La construcción del tiempo en el cine es algo muy delicado en el cine, y por supuesto el aspecto menos apreciado por muchos espectadores, a menudo más centrados en lo que les sorprenda una trama. Cuando se comenta, es con objetivo crítica. Muy lenta, muy desperdigada, muy extensa para lo que se tiene que contar.
Pero sigue siendo un equilibrio cuidadoso, el elemento que puede descalabrar una película o volverla realmente esencial. Es por ello que el tiempo es una herramienta usada a mucha conciencia por los cineastas, y contemplar el paso del mismo a través de un extenso metraje no es un intento de fastidiar al espectador, es un intento de transportar a una experiencia diferente de la vida. Es lo que hace magistral a una película como ‘Érase una vez en América’.
Una amistad y un país
Una de las obras maestras de Sergio Leone, que cambia ese western tan característico por un relato épico de crimen y violencia, cumple 40 años de su estreno en los cines. Robert De Niro y James Woods protagonizan este complejo pero sobrecogedor relato de amistad que hoy podemos ver en streaming a través de Disney+.
La película realiza una exploración a lo largo de varias décadas de la relación entre dos jóvenes judíos del Lower East Side de Manhattan. Su conexión y amistad irá cambiando conforme ambos progresan en el mundo del crimen organizado, la mafia hebrea de Nueva York, convirtiéndose en símbolos de prosperidad por sus actividades clandestinas durante la Ley Seca.
Leone, a pesar de los arrebatos de violencia que pueblan sus westerns, se caracteriza por una exquisitez y una paciencia a la hora de contar sus historias. Algo presente tanto en esta como en la también magistral ‘Hasta que llegó su hora’, con la que conforma una trilogía que incluye también ‘¡Agáchate, maldito!’ y trata de explorar los orígenes de una Estados Unidos construida desde la sangre y la codicia.
‘Érase una vez en América’: un poema épico sobre una nación
‘Érase una vez en América’ no se centra tanto en los orígenes como en ese momento de florecimiento y consolidación imperial, que trata de plasmar en las vicisitudes que experimentan estos personajes, abocados hacia una vida en principio prometedora pero oscura y cruel. Su metraje de casi 4 horas (más en la fabulosa versión del director) se mueve con tranquilidad por estos periodos de tiempo vitales tan clave, para poder darse a sí misma la forma de un poema épico más que un trepidante relato de gangsters.
Además, no se mueve en estricto orden cronológico, sino que juega con su estructura de una manera interesante, mezclando presente y pasado, realidad y sueño o incluso alucinación por las drogas. Es un riesgo que recompensa enormemente, porque Leone logra una película grandiosa e imprescindible, una maravilla que sigue arrojando lecciones dignas de aprender por cualquiera, tenga ambiciones de ser erudito del cine o un espectador casual. Es absolutamente mágica en ese aspecto.
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