“Extraño mucho el escenario porque vivo pensando en tango. Siempre me sentí un embajador sin cartera en el mundo y creí que iba a ser reconocido en mi país, pero no pude bailar mi último tango”.
Cuenta la leyenda que Juan Carlos Copes nació en su casa, en Mataderos, mientras su abuelo, el profesor de piano Juan Berti, tocaba un tango. Durante siete décadas recorrió el mundo al ritmo del 2×4, y en 2016, de la manera más inesperada, debió retirarse. Ingratas las vueltas del destino: una mala praxis le produjo una perforación intestinal, se recuperó pero sus músculos se debilitaron y nunca más pudo volver a bailar. A eso se sumó el estrés por un conflicto legal con el espectáculo Tango Porteño, que usó su imagen sin su autorización. El único ítem que le quedó sin tachar es poder decir adiós a lo grande. Como indica su ilustre trayectoria.
Con 89 años, el emblemático bailarín de tango vive en su casa de Villa Sarmiento junto a su esposa, Myriam Albuernez, y está acompañado por el amor a distancia de sus dos hijas y cinco nietas. “Mi problema es la lumbalgia que se me hizo por aquel caso de mala praxis, no puedo caminar ni 50 metros. De todas formas, estoy bien de salud, tanto física como mentalmente. Voy de la cama a la silla, miro televisión, intento moverme un poco y estoy un rato con el perrito”, cuenta Copes a Teleshow.
El bailarín del siglo
Con una precisión sorprendente para las fechas, Copes enumera algunos de sus grandes hitos junto al tango. Las milongas en la pista de Atlanta, su primer contrato con Carlos A. Petit para el Teatro El Nacional y el Tabarís en 1955 y la gira por Latinoamérica que cruzó su destino con el de Ástor Piazzolla. “Nos contrataron para The Arthur Murray Party (un prestigioso programa de la CBS), que una vez por semana hacía una emisión dedicada al baile. Cuando Romay se enteró lo transmitió entero acá en la radio”, recuerda.
La exposición le valió un contrato en el teatro Chateau Madrid de Nueva York y luego una exitosa gira por Europa. Los ’80 fueron años fundamentales para su carrera, de la mano del espectáculo Tango Argentino, montado por el director Claudio Segovia. “Fuimos los primeros en meter el tango en Broadway”, cuenta Copes con orgullo. En 1986 fue invitado junto a su pareja de baile y de vida por aquel entonces, María Nieves Rego, a bailar a la Casa Blanca para el presidente Ronald Reagan: “Fui a hacer una pieza y terminé haciendo tres. Estaba todo el Partido Republico y, en primera fila, Frank Sinatra”.
Fueron tres en total las temporadas que hizo en Broadway, convirtiéndose en el gran impulsor a nivel internacional del tango con un estilo coreográfico de espectáculo. Fue reconocido como “Filósofo de tango-danza” en la Universidad de Stanford, recibió premios en todo el mundo y la historia de su vida inspiró más de una película. Siempre eligió volver a la Argentina, y en el último tramo de su carrera, durante seis años, se desempeñó en el espectáculo Tango Porteño, hasta que un rotundo cambio de planes lo obligó a retirarse.
Un final abrupto
Todo comenzó en 2016, cuando viajó a Milán para bailar junto a su hija en un espectáculo que organizaron en su honor en el Teatro Arcimboldi. Pero en el avión de ida, cuenta Myriam, su esposa, tomó mucho frío y se enfermó. Con un gran esfuerzo pudo participar del show, pero al regresar a Buenos Aires le diagnosticaron una neumonía.
—Estaba con muchos dolores de cintura y de espalda, y empezó a perder glóbulos rojos. Le hicieron una endoscopía y una colonoscopia y le rompieron el intestino. Estuvo un mes y medio en terapia intensiva y eso le sacó todos los músculos.
—Y ahí comenzó el conflicto con “Tango Porteño”.
—Él entró en lucro cesante porque Tango Porteño tuvo diez meses en cartel la imagen suya cuando él ya no estaba, y no le pagaron un mango. Entonces entramos en juicio. Él había estado seis años en el espectáculo y muchas veces pasó que estaba enfermo y lo llamaban por teléfono: “Por favor, vení”. Se tomaba una pastilla e iba a trabajar igual porque si no era por él, el grupo se caía. Estuvo trabajando hasta los 85 años.
—Específicamente, ¿cuál era su reclamo?
—Al haber trabajado seis años con ellos, tenía que estar en blanco, pero facturaba. Entonces, lo tenían en negro y nunca tuvo aguinaldo ni vacaciones. Además, usaron su nombre y su imagen por un trabajo que no le pagaron.
—¿Se resolvió el conflicto?
—Nosotros nunca pudimos hablar con los dueños. Entonces, un día le conté la situación a una persona que trabajaba en el espectáculo, que era amigo nuestro, y me dijo: “Haceles juicio porque no te van a llamar”. Así fue que llegamos hasta la última instancia de mediación, pero venían con propuestas de 400 mil pesos, que era menos de lo que le debían por sus meses de trabajo. Un día llegamos a casa y le dije (a Copes): “¿Vamos a ir a juicio y esperar más años? Si esperamos, vos tal vez no lo veas y todo pasa a los herederos. Y yo no tengo ganas de ir a los juzgados. Ya está…” Así que arreglamos por una cifra de mierda. No fue ni la mitad de lo que pedíamos. El arreglo fue en marzo del año pasado y nos fueron pagando todo en 12 cuotas.
—¿Y usted cómo lo ve de salud a su marido?
—Él se siente bien pero no puede caminar ni media cuadra. Al no tener los músculos, el dolor en las lumbares es atroz, entonces se empieza a doblar y dice que siente como que tiene un puñal en la espalda. Lo ves y se pone blanco. Y de bailar, olvidate. En algún momento se iba a tener que retirar, pero no de esta forma. Lo que él hubiese pretendido era un retiro con un show en un teatro.
Cuarentena y tango
Copes vuelve a agarrar el teléfono de línea: dice que no le interesa aprender a usar un smartphone ni la computadora. Al coronavirus no le teme pero todavía le cuesta asimilar que no haya aparecido una vacuna. Según su testimonio, en la Argentina no se ha hecho un buen manejo de la pandemia y vive en primera persona la delicada situación económica.
“Se mezcla la política con lo económico, el trabajo y la educación -analiza-. No soy un especialista en la materia pero no imaginé que el final de mi vida iba a encontrarme con un país así. Creo que las personas mayores están siendo olvidadas. Con mi jubilación y la de mi señora comemos y vivimos… Bueno, sobrevivimos. Justamente estábamos haciendo cuentas y este mes va a ser lastimoso porque no vamos a llegar a pagar lo que piden del gas y la electricidad. Lo estamos padeciendo, al igual que mucha otra gente que está igual o peor”.
Pero lo que más le duele, después de hacer un repaso por su exitosa carrera, no está relacionado con el virus, la cuarentena ni las deudas. Es una cuestión mucho más personal: “El bailarín de tango no es bien reconocido, acá casi que no existe. Prácticamente hay una sola radio que pasa tango, La 2×4, que es de la Ciudad. Muchos bailarines profesionales y no profesionales que trabajaron conmigo están por todo el mundo, pero acá… En fin, me gustaría tener la edad de cuando empecé para seguir peleando por el lugar del tango, que forma parte de la idiosincrasia de nuestro país”.