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Paula Varela, politóloga: «La precarización impacta incluso en aquellos sectores que se creen blindados»

La politóloga e investigadora del CONICET Paula Varela participó de un estudio sobre la Morfología de la clase trabajadora en la Argentina actual, que reorganiza los datos difundidos por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y arroja un mapa distinto: el 40% de este universo son trabajadores registrados, 30% son informales y 11% están dentro de lo que ella considera como desocupación abierta. “Si vos mirás esa foto, empezás a tener un degradé de formas de precarización que van desde el cuentapropismo y la informalidad hasta la desocupación”, reflexionó.

El mercado laboral en la actualidad, su efecto en la irrupción de candidatos de ultraderecha como Javier Milei y la dicotomía entre trabajo formal e informal, son algunos de los aspectos que también analiza la profesora de la Universidad de Buenos Aires en esta entrevista.

Ustedes utilizan los datos del INDEC del segundo trimestre de 2022 sobre el mercado del trabajo, pero hacen un estudio propio, ¿no? ¿Por qué eligieron una forma de medición distinta sobre esos datos oficiales?

‒ El Obsevatorio de les Trabajadores de LID surgió durante la pandemia con un colectivo de compañeros y compañeras, todos sociólogos. Nosotros empezamos a relevar despidos y después algunas acciones de conflictividad, porque consideramos que era muy importante también mostrar conflictos que en momentos de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) quedaban completamente invisibilizados. Con la recomposición del mercado de trabajo post pandemia o hacia el final de la pandemia, empezamos a analizar las características de ese fenómeno a través de datos del INDEC y de otros observatorios. Ahí aparecía una cosa que después se va a mantener en el tiempo, y es que el mercado de trabajo y el ascenso, digamos, del empleo post pandemia, estaba traccionado por la informalidad, por un lado; y por el trabajo cuentapropista, por el otro. Eso abrió algo que, quizás para quienes hacemos estudios de trabajo hace un tiempo no es tan novedoso, pero que sí empezó hablar como un fenómeno nuevo en Argentina que son los trabajadores pobres. Efectivamente es un fenómeno nuevo porque la pobreza siempre estaba asociada a la desocupación y el que tenía empleo tenía garantizado estar por arriba de la línea de pobreza.

¿Desde cuándo es nuevo? Porque con el agotamiento del modelo kirchnerista, si querés, ya la devaluación de (el entonces ministro de Economía) Axel Kicillof en 2014 empieza un ciclo de caída de salario real. No es nuevo, pero no sé si es nuevo desde hace dos meses o dos años, sino que me parece que es previo.

‒No, yo diría incluso más. Para pensar en los trabajadores pobres hay que hacerlo en dos temporalidades distintas. Una podría decir que empieza ya notoriamente desde 2015 una caída del salario real, claramente el gobierno macrista profundizó todos los indicadores y sobre esa profundización se monta el fenómeno de ajuste del gobierno de Alberto Fernández. Eso te da la foto del 40% de pobreza, el aumento de la desigualdad y la caída o el cambio regresivo de la distribución funcional del ingreso, que es lo que todo el mundo da más o menos en cualquier informe. Eso es corto plazo. Una de las cosas que hay que pensar para comprender esta emergencia de estos trabajadores pobres como novedad de la historia argentina es que incluso la recomposición del salario y de los indicadores laborales después de la crisis del 2001 tiene características específicas que permiten comprender eso. Concretamente, en ese momento hay claramente una recomposición del empleo. Sí, un aumento del empleo después de la caída del 2001 y 2002, y una recomposición del salario real. Esos dos fenómenos se montan sobre mantenimiento de ciertas condiciones del mercado de trabajo que vienen desde la segunda mitad de los ’90 y hay tres que son claves. Una es lo que se podría llamar como las condiciones de venta de la fuerza de trabajo, es decir, condiciones de contratación con altos índices de informalidad. O sea, por ejemplo, durante el kirchnerismo no se perfora nunca el 30% de informalidad, y eso es un dato que va a segmentar el mercado de trabajo hasta la actualidad. Un elemento también de la venta de la fuerza de trabajo, que es la tercerización y los contratos precarios, que se van a mantener. La tercerización le abre la puerta a formas de cuentapropismo, incluso en el Estado, al que miles de compañeros que todos nosotros conocemos facturan de forma monotributista. A esos elementos podría agregar las condiciones de organización sindical. Es decir, un sindicalismo que acepta una reducción de base de representación y se desliga de aquellos trabajadores que son o informales o cuentapropistas. Esos elementos, que se parieron todos del ’95 en adelante, por poner una fecha un poco arbitraria pero que es certera, se mantienen durante la recomposición kirchnerista. ¿Y qué es lo que se da sobre esos elementos? Un aumento del salario real. Es decir, un aumento de la capacidad de consumo de la clase trabajadora. Cuando esa capacidad de consumo retrocede por inflación, por políticas de ajuste más deliberadas o menos deliberadas, lo que queda es esas mismas condiciones pero con salarios caídos. Entonces, si uno quisiera pensar los trabajadores pobres hoy tiene que pensar políticas de caída del salario real. En 2011 o 2012 empiezan a marcar una caída de salario real para ciertos sectores, por ejemplo, el estatal. Y lo que empieza es una cosa interesante, que es la diferenciación según el poder de fuego de los sindicatos. Aquellos con buen poder de fuego mantienen el salario incluso en condiciones de inflación muy altas; y los de poder de fuego bajo empiezan a perder salarios. Vos podés situar eso en 2010 y 2011. En 2015 y devaluación 2014, eso se profundiza. Después va a tener un pequeño ascenso, y ya con macrismo y Alberto Fernández hay condiciones peores.

En el informe que hicieron (Morfología de los Trabajadores en Argentina actual ) dice que hay un total de 15 millones de trabajadores los que efectivamente logran vender su fuerza de trabajo. Es decir, son ocupados. Hay un 1.700.000 desocupados plenos, más los inactivos que ya no buscan y eso ya te da un dato que contrasta con el INDEC, que es un 11% de desocupación. Al mismo tiempo, ustedes ofrecen otro dato de que alrededor del 60% de los trabajadores hoy están en una situación de precariedad. Es decir, no tienen los plenos derechos que hoy tiene una minoría, que algunos quizá son los que están beneficiados por la eliminación de del impuesto a la cuarta categoría (del Impuesto a las Ganancias), pero es una realidad que no tiene que ver con la vida de las de las mayorías asalariadas. ¿Cómo llegan a ese número de un 60% de trabajadores en situaciones de vulnerabilidad?

Nosotros tratábamos de ver cómo hacer una buena foto de los niveles de precarización. A partir de los microdatos del INDEC retrabajamos la base de lo que se llama la población económicamente activa. Es decir, los ocupados, la población que está en capacidad de ser activa en el mercado de trabajo. Nosotros ahí sacamos los que son patrones, gerentes y CEOs para poder quedarnos con una definición de clase trabajadora como aquel que se ve obligado a vender su fuerza de trabajo, que es una definición clásica de clase trabajadora dentro del marxismo, por ejemplo. A partir de eso empezamos a organizar en función de estas diferencias en el mercado de trabajo. Si vos te quedás con eso, la población económicamente activa se reduce. Para pasar los números que vos diste en absolutos a porcentajes: tenés un 40% que son los trabajadores registrados. Son aquellos que una podría decir que es el trabajador clásico en el sentido de que tiene plenos derechos que -ya como verás- no es más clásico porque es minoritario. Después, tenés un 30% de trabajadores informales. Es decir, el que no tiene absolutamente ningún derecho asociado al trabajo. Un 19% son trabajadores cuentapropistas. Ahí tenés una gama muy variada de situaciones, porque vos podés tener, por ejemplo, a un trabajador de una aplicación de reparto o de movilidad, pero también podés tener uno a domicilio que factura. Y después tenés un 11%. ¿Por qué en nuestra medición la desocupación sube? Porque estamos contando lo que se llama la desocupación abierta, que es aquel que busca trabajo pero no lo encuentra; y aquel sector que ya no busca trabajo, pero que no porque no lo necesite para poder reproducirse o para poder reproducir su familia, porque ya está desalentado. Entonces, si vos mirás esa foto, tenés ese 40%, y después empezás a tener un degradé de formas de precarización que van desde el cuentapropismo y la informalidad hasta la desocupación. Ahí hay una cosa interesante: incluso en ese 11% que nos da a nosotros esa desocupación, no están contados los compañeros y las compañeras del Potenciar Trabajo.

Que son, según los datos que ustedes presentan, casi un millón y medio de personas. No son desocupados para el INDEC, pero no tienen un trabajo formal claro ni ninguno de los derechos de un asalariado registrado.

‒ Exacto. No son desocupados porque efectivamente trabajan, sí. Prestan servicios en distintas actividades que pueden ser desde un comedor sociocomunitario, y entonces eso se toma como trabajo de cuidado y efectivamente lo es; o en lo que llamábamos en 2011 como las bloqueras, en las que construyen bienes o servicios en forma comunitaria. Esos trabajadores están contados en las distintas ramas de actividad en las que efectivamente trabajan. Ahora bien, esos trabajadores no tienen ninguno de los derechos que tienen los asalariados. Entonces, esos trabajadores están en una franja de precarización que es muy difícil de medir a través de las estadísticas del INDEC.

¿Qué pasa con la informalidad? Uno de los elementos que aparece como un hallazgo del informe es que en cada rubro de actividad puede haber informalidad, pero con apariencia formal, ¿no?

‒ Sí, en la discusión pública, pero también en la discusión académica, suele hacerse una suerte de dicotomía entre el empleo formal y la informalidad, como si efectivamente fueran dos mundos separados. Ahí hay dos problemas. Uno teórico y también político fuerte, que es esa dicotomización de la clase trabajadora. Primero, que empíricamente no es tal, y eso es lo que surge del informe. A su vez, políticamente tiende más bien a considerar que el problema es que la clase trabajadora ya no existe o mutó hacia otra cosa. Esos dos discusiones creo que hay que hay que mirarlas con mucha atención. En el terreno de los datos empíricos, vos lo que tenés es que, tanto la informalidad como el cuentapropismo, permea a las distintas ramas de actividad, incluso en ámbitos que nos llamaron la atención. Existe la informalidad en el empleo estatal. Uno ya sabía que existe la el cuentapropismo porque hay muchos contratados en el Estado. Existe la informalidad en la industria manufacturera. Es decir, en actividades que se supone que no hay mucha informalidad, no se no se reduce a determinadas ramas. Y lo mismo pasa con el cuentapropismo. Eso te permite ver que estas formas de precarización son transversales a distintos sectores y que eso también tiene que ver con la forma en que se experimenta la precarización. El crecimiento de formas de precarización, como la informalidad, necesariamente repercute e impacta en aquel sector que se cree blindado respecto a lo que implica, por ejemplo, una baja del valor de la fuerza de trabajo.

Es parte de la misma ecuación. De alguna manera, tiene que ver con la tasa de ganancia y la rentabilidad empresaria esto de tener una parte de los empleados en la informalidad o tercerizado y otra parte sí con todos los derechos.

‒ Exactamente te iba a mencionar la palabra tercerización. En la industria manufacturera, la tercerización es una cosa habitual que se instaló en la segunda mitad de los ’90 y que continúa hasta en la actualidad. Nosotros hicimos un estudio hace un tiempo, que no está en este informe, sobre la industria automotriz, y encontrabas una cosa bastante interesante. Incluso, en ciertas tareas que fueron tercerizadas, como tapizados de autos, le cuesta a Volkswagen, por ejemplo, más que si hicieran los tapizados. Entonces, ¿vos te preguntás por qué optan por la tercerización? Porque hay una serie de elementos relacionados con la tercerización, uno de ellos es que dividen completamente el colectivo de trabajo en el interior de la fábrica, que opera como factor de preferencia de ese mecanismo antes que tener a todos bajo convenio del SMATA.

Este cuadro da cuenta de una pauperización mucho más grave de la que se desprende de esta situación crítica en la que estamos, pero al mismo tiempo este mosaico laboral astillado, en el que conviven situaciones diversas y enfrentadas, donde hay un trabajador que tiene todos los derechos y otro que hace una tarea similar y no tiene esos mismos derechos, puede tener consecuencias políticas. ¿Cómo ves estos resultados del trabajo que ustedes hicieron en base al informe del INDEC en relación al resultado de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), a la irrupción de Milei y al ausentismo? ¿Cómo qué se podría tratar de inferir de cruzar estos datos?

‒ Hay elementos políticos del voto Milei o del ausentismo que fueron analizados. Sin lugar a dudas, uno es el espacio que Milei tiene en los medios de comunicación y lo beneficioso para la derecha macrista de subirlo al ring y ahora tenerlo que bajar, digamos. Eso es un fenómeno. Si uno piensa en términos de cuáles son los derechos que tiene un sector de los trabajadores y las trabajadoras que vota a Milei es imposible disociar esta precarización de la vida de la ilusión de una salida individual ante esa situación. Cuando hablamos de esta precarización, estamos hablando de trabajadores que están la gran mayoría sin organización colectiva. Es decir, no hay espacios ni de sociabilización ni de debate político que permitan una discusión acerca de cuál puede ser una salida colectiva para salir de la situación de pobreza y precariedad. También tenés un fenómeno de pasivización en términos de estos sectores de la clase trabajadora. Ese fenómeno tiene que ver con este mosaico que vos decís estructural, pero también tiene que ver con una política de apuesta electoral que ha disminuido el combate en la calle respecto a retroceso de derechos. Después lo que tenés también es una idea de que efectivamente la figura del Estado, que es reivindicada por el kirchnerismo, aparece como vacía, porque la falta de prestación de servicios o la falta de relación de estos sectores con el Estado se experimenta cotidianamente. Esta heterogeneidad, debilidad en organización colectiva y desafiliación de pertenencias colectivas es un caldo de cultivo para salidas de tipo individual, antiestatistas y del tipo sálvese quien pueda.

¿Vos crees que hay, como alguien me decía, un corte generacional a nivel de los trabajadores jóvenes, que quizá ven a los últimos diez años como de caída libre, estancamiento, inflación y no tienen una memoria de esos años del primer kirchnerismo en los que se recuperó el empleo y el salario, y eso puede llevarlos a probar con esperanza o que explote todo por la variante de Milei?

‒ Sí hay corte generacional, más allá de que es un voto transversal en otros sectores también. Vos mencionabas mi libro La disputa por la dignidad obrera (Imago Mundi, 2015), yo ahí hice entrevistas entre el 2004 y el 2015 a distintos trabajadores que en ese momento estaban en lo que era el ascenso de las luchas laborales del primer kirchnerismo. Muchos de ellos que habían ingresado a fines de la década del ’90 en las fábricas y no habían tenido experiencia de organización colectiva ni de lucha y estaban haciendo sus experiencias. Es esa generación que hoy tiene 40 y que efectivamente tuvo un período de movilización. El título del libro salió de esas entrevistas. Aparecía esto de que yo tengo que ganar más salario porque dejo la vida en la fábrica y es justo. Es esa idea de disputar cuál es la dignidad del trabajador. Escuché la entrevista que le hiciste a Yofra, un tipo muy interesante. Y ellos discuten desde aceiteros, por ejemplo, el derecho que tiene un trabajador al ocio o a salir a comer. Esas cosas estaban en la baraja de discusiones de la organización sindical, y en muchas ocasiones de la organización de base, y eran colocadas por esa generación como parte de aquello que puede disputarse, todo en un contexto en que se perfilaba un aumento del empleo. Esa generación que tuvo esa experiencia y es distinta a la generación de los últimos diez años, que vio la caída libre del salario, el aumento del cuentapropismo y la informalidad, además de una enorme disminución de las organizaciones colectivas. El año pasado, salió el conflicto con trabajadores del neumático. Ahí uno de los elementos en discusión fue si el trabajo de los sábados y domingos tenía que cobrarse o no como extra. Eso fue una derrota de la década del ’90. Poner eso sobre la mesa fue parte de lo que se discutió durante el primer el primer kirchnerismo, como parte de la recomposición. La generación de los últimos diez años no tiene esa discusión. Entonces, los espacios de discusión de aquello de que que nos merecemos quienes trabajamos y que tenemos derecho para acceder no es parte de la discusión colectiva, entonces es parte de lo que te pueden bombardear en la televisión. Es otra forma de pensar tu propio lugar en la sociedad.

El Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM) es una variante clave para determinar el ingreso de quien recibe un Potenciar Trabajo, por ejemplo, y que se firma en el Ministerio de Trabajo con las centrales sindicales. Representa un derrumbe del salario mínimo que está refrendado por el Estado, pero además por las centrales sindicales.

‒ Por eso me acordaba de la entrevista a Yofra. Esa legalización de que el SMVM en realidad implique una línea de pobreza aparece como una norma. El hecho de que no se mida en la canasta el alquiler es absolutamente ridículo. Tener una canasta que no mide el alquiler no tiene ningún sentido. Es decir, es una legalización abierta de que en realidad tus ingresos te van a impedir directamente poder superar la línea de pobreza. Cuando esa es el mensaje del Estado de facto, y no hay organización colectiva para que eso pueda ser puesto en discusión, no es tan raro que aparezcan salidas de corte ultra individual.

Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).