La tensión alcanzada por la discusión sobre la estabilidad de las bombachas del gobernador demuestra la sutileza del criterio político catamarqueño.

El diputado libertario local Federico Lencina disparó debate antes de que tomara estado público un registro del INDEC inquietante: solo el 10% de la población argentina puede alardear de tener cinco calzoncillos sanos y el promedio solo cuenta con dos presentables y el resto con agujeros y daños de variable magnitud.

“Le meten un ajuste desde la Nación y se le cae la bombacha”, dijo Lencina, sin detenerse a pensar que acaso la caída obedezca menos a la impericia administrativa o la falta de coraje que al colapso de unos calzones deteriorados por el tiempo y el uso.

El índice de la ropa interior para hombres (en inglés, Men’s underwear index) es un indicador económico construido bajo el supuesto de que la demanda de ropa interior se reduce en tiempos de recesión, cuando la gente acogotada prioriza otros lujos como los alimentos. Se hizo conocido por haber sido empleado por el expresidente de la Reserva Federal estadounidense, Alan Greenspan.

Desde el punto de vista de Greenspan y el propio INDEC, el fenómeno de la caída de bombachas tan sagazmente consignado por Lencina bien podría atribuirse a la profundidad de la crisis, pero el oficialismo descartó aprovechar este flanco y se concentró en denostarlo por su obvio machirulismo, revelado al hablar de bombachas en lugar de calzoncillos.

El aluvión de críticas a la falta de perspectiva de género y la misoginia del legislador fue correspondido por las réplicas del ala femenina libertaria, que reprochó a sus colegas que se aflijan tanto por la violencia simbólica de Lencina, presidente del partido Libertario y no por hechos supuestamente más graves como el juicio por abuso que enfrenta el exgobernador de Tucumán José Alperovich o las acusaciones de trata de personas contra dirigentes de organizaciones sociales del Chaco.

Marcando contraste con el machirulo de Lencina, el diputado peronista Juan Denett asumió la defensa de la exgobernadora y senadora nacional Lucía Corpacci, a quien el presidente del bloque libertario, Adrián Brizuela, osó desacreditarle unos cuestionamientos que había hecho al presidente Javier Milei, aunque sin referirse al estado de hipotéticas bombachas o calzoncillos. “Brizuela no sabe ni cruzar la calle y pretende cruzar a Lucía”, ironizó Denett, celoso custodio de la integridad de Corpacci.

Estos apasionantes litigios, que no dejan de sumar capítulos, iniciaron su escalada el mismo fin de semana que el Observatorio Social de la Universidad Católica informó que la pobreza llega ya al 57,4% de la población, 27 millones de personas de las cuales 7 millones estarían en situación de indigencia.

Correlativa a esta verdadera hecatombe social se desarrolla la puja por los salarios en la administración pública provincial, con los sindicatos oficiales desbordados por la proliferación de agrupaciones disidentes de autoconvocados y el Gobierno muy acotado para dar respuestas satisfactorias a los reclamos por el efecto conjugado de la caída de la recaudación y el feroz recorte aplicado por la Nación sobre las partidas no automáiticas.

Tales inconvenientes no han demandado de la política lugareña intensidades similares a las eventuales proyecciones que tendrían las alusiones sobre el nivel de las prendas íntimas en el campo de las luchas de género o el carácter de intocable que debe asignársele a la senadora Corpacci.

Obviamente, cada quién es dueño de elegir a qué dedica sus energías, aunque no contribuya a elevar el nivel de un debate que sigue nomás, dicho en catamarqueño, de bombachas “caídas”.

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