Resurgen marcas icónicas de los ’80 y apelan a la nostalgia del consumidor en medio de la caída de ventas

Resurgen marcas icónicas de los ’80 y apelan a la nostalgia de los consumidores en medio de la caída de ventas. Con distintos dueños o generaciones que siguieron el negocio, reaparecieron productos que habían salido de las góndolas y suman otros para diversificarse.

Luego de quebrar en 2001 y entrar en concurso en 2017, la mendocina INCA, famosa por sus latas de tomate y frutas, quiere recuperar su presencia con productos de almacén y ser otra vez líder en exportación de alimentos. Con una inversión cercana a US$ 50 millones, prevé relanzar algunos de sus enlatados clásicos como choclos en grano y cócteles de ensaladas de fruta, y entrar en categorías como derivados de la pesca, harina, arroz y fideos.

La empresa familiar nació hace 85 años, cuando los hermanos Horacio, Alejandro y Simón Bestani comenzaron con la producción de frutas secas y fruta enlatada, especializándose en durazno. En Cuadro Venegas, San Rafael, establecieron la sede principal, que hoy elabora salsas de tomate, puré y extracto; a la que más tarde sumaron la de Ramallo, provincia de Buenos Aires, de latas de legumbres.

La firma llegó a tener plantaciones propias y fue la principal productora de frutas con carozo de la Argentina, de allí su eslogan de “De la naturaleza a su mesa”. En su apogeo, empleó a 1.200 trabajadores en tres turnos, de los que quedan apenas 200. Al frente, está Alejandro Bestani, hijo de Horacio y presidente del Movimiento Nacional Pyme (Monapy), con 30 líneas de productos que llegan a todo el país.

“Queremos entrar en categorías poco explotadas, como el enlatado de choclo en grano, e intensificar la elaboración de frutas enlatadas y buscar oportunidades asociadas a la identidad de nuestra marca”, destacó Bestani.

Otra marca que volvió es Gándara, con sus yogures en frascos de vidrio que reaparecieron en heladeras de supermercados como Coto. La emblemática láctea fundada en 1896 como cooperativa llegó a ser la tercera del país después de La Serenísima y Sancor, y se hizo conocida en la gestión del Grupo Lactona por dar regalos en la Ruta 2 a la altura de Chascomús, a 20 kilómetros de la planta, a turistas que viajaban a la Costa en verano.

Tras el cierre en 2002 y la quiebra en 2008 bajo el mando del empresario K Sergio Taselli, procesado en la causa de los cuadernos y quien fundió Altos Hornos Zapla y Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, el dueño actual, Inversiones para el Agro (Ipasa), busca reposicionarla con recetas originales de su dulce de leche, yogures y postres Fity, además de queso crema y leche larga vida y en sachet, y dos nuevos productos: tomate triturado y perita.

Pero está lejos del esplendor, cuando procesaba 600.000 litros diarios. Su regreso es incipiente, con 25.000 en promedio. La actividad se desarrolla en la planta en Pilar que tenía Parmalat, la dueña antes de Taselli, que marcó el inicio del declive de Gándara, cuando la firma italiana cerró sus fábricas en todo el mundo y sus ejecutivos terminaron presos por maniobras fraudulentas.

Para ampliar su tradicional oferta de membrillo y batata en lata y conservas, La Gioconda sacó dulces premium de arándano, cassis, frambuesa, frutos del bosque, rosa mosqueta y sauco sin colorantes, conservantes ni saborizantes; además de aceites de oliva virgen extra de alta gama, La Gioconda y La Gioconda Miditerra.

“Lanzamos cerca de 20 productos y llevamos la marca a todo el país, a supermercados, tiendas de delicatessen y vinotecas. Estamos presentando una colección de mermeladas de durazno, frutilla y machacado de higos; y de almíbares gourmet de higo, cuaresmillo, batata y membrillo. El portafolio se ampliará para estar presente en todos los momentos del día. La Gioconda se renovó, pero es una marca icónica recordada en la mesa de los argentinos, nos contactaron muchos comerciantes”, explicó Nahuel Cáceres, gerente general de la empresa, que desde 2016 es de Grupo Goldfarb, holding dueño de Diarco.

Fundada en 1918, arrancó en Parque Chacabuco haciendo caramelos, dulces y chocolates; hasta que se mudó a San Rafael, donde fabrica en promedio más de 300.000 unidades mensuales, además de tener socios productores en más puntos del país. El predio cuenta con una procesadora de durazno con capacidad superior a 14 millones de kilos anuales.

Las medialunas más famosas de las vacaciones se expanden por la Ciudad y el conurbano. Con una inversión de US$ 1,5 millones, Atalaya construye una planta y abrirá cinco locales antes de fin de año. El próximo será en junio, en Gonnet. Le seguirán aperturas en Nordelta, Olivos, Palermo y Villa Urquiza. Y para 2025, hay cuatro sucursales proyectadas para Belgrano, Recoleta, Caballito y Hudson. La idea es llegar el año que viene a 500 colaboradores y 25 puntos de venta.

Con casi 80 años, cuenta con 14 locales en Buenos Aires como parte de su plan de renovación para dejar de ser un parador de ruta y convertirse en una cafetería. Ya está en ubicaciones estratégicas, como Aeroparque, Avenida Belgrano y Balcarce en San Telmo, Avenida Córdoba y San Martín a metros de Galerías Pacífico, el DOT, Zárate, Canning y Cañuelas.

“La pandemia nos llevó a reconvertirnos. La gente no suele parar en la ruta como antes. Además, nos dimos cuenta de que los clientes querían consumir los productos todo el año”, señaló Juan Ignacio Castoldi, vicepresidente y nieto de uno de los primeros socios, que sumó a la tradicional oferta alfajores, conitos, mermeladas y platos.