John David Washington es un actor que cotiza al alza en Hollywood. Empezó a llamar la atención con la serie ‘Ballers’, despuntó en ‘Infiltrado en el KKKlan’ y hasta Christopher Nolan se fijó en él para encabezar el reparto de la ambiciosa ‘Tenet’. Desde entonces solamente le habíamos visto en la notable ‘Malcolm & Marie’ y ahora repite con Netflix en ‘Beckett’.

‘Beckett’ es además el segundo largometraje de Ferdinando Cito Filomarino, colaborador habitual de Luca Guadagnino, y primero que realiza a partir de un guion ajeno -aunque sí que aparece acreditado como autor de la historia-. El resultado es un aceptable thriller conspiranoico que confía más de la cuenta en la capacidad de Washington para soportar el peso dramático.

En tierra de nadie

La historia de ‘Beckett’ arranca con una pareja de vacaciones en Grecia. Desde el primer momento queda claro que algo va a romper la armonía que existe entre los personajes interpretados por Washington y Alicia Vikander. En esos primeros compases es ella la que aporta algo de emoción a un personaje no especialmente trabajado desde el libreto firmado por Kevin A. Rice, pero la película no empieza de verdad hasta que él se ve desamparado y sin saber en quién poder confiar.

A partir de ahí arranca una película con más en común con ciertos thrillers de los años 60 y 70 que con ‘Con la muerte en los talones’ a la hora de situar a su protagonista en el centro de una conspiración de la que él conoce bien poco. Incluso parece que se intenta introducir un elemento paranoico que, por desgracia, Filomarino no sabe muy cómo exprimir, por lo que la película siempre se siente mucho más convencional de lo deseable.

Es cierto que hay pasajes de la banda sonora de Ryuichi Sakamoto que sí están muy inspirados yendo en esa dirección y que la propia interpretación de Washington transmite un creciente deterioro mental asociado a todo lo que sucede, pero ‘Beckett’ fracasa a la hora de crear la incertidumbre en el espectador, algo a lo que no ayuda alguna línea de diálogo que coquetea peligrosamente con el ridículo.

Luces y sombras de ‘Beckett’

Escena Beckett

Eso limita sobremanera el alcance de ‘Beckett’, como también lo hace el hecho de que no parezca preocuparse demasiado por sus personajes más allá de sus protagonista. De poco sirve contar con actrices con talento como Vikander o Vicky Krieps si no vas a darles material para aprovechar sus habilidades. Es verdad que algo compensan el vacío, pero tampoco pueden hacer milagros al ser personajes completamente plegados a las necesidades del protagonista.

Pasando ya a Washington, sucede algo curioso con él. Por un lado, resulta bastante plano transmitiendo el golpe emocional que recibe, dañando eso a una capa esencial de su personaje para conseguir esa vital conexión con el espectador para que le importe lo que pueda sucederle de ahí en adelante.

John David Washington Beckett

Algo más inspirado está en lo referente al desconcierto provocado por verse envuelto en una situación que escapa a su control, pero donde mejor funciona es en la faceta más física al reaccionar a los peligros a los que ha de hacer frente. Ahí hay un componente más visceral que va ganando presencia según pasan los minutos en el que Washington está bastante más convincente, en especial durante el tramo final de ‘Beckett’. Más que suficiente para superar su discreta actuación en ‘Tenet’, donde era uno de los eslabones más débiles de la función.

Más allá de eso, Filomarino sabe cómo sacar partido a las localizaciones griegas en las que transcurre la acción. No tanto como para hablar de que se convierten en un personaje más, pero sí que aportan cierta personalidad a la historia sin caer en el error de usarlos con una finalidad próxima a la de una postal turística. De hecho, algo logra transmitir sobre la volatilidad por la que atraviesa el país durante los últimos tiempos.

En resumidas cuentas

Beckett Escena Netflix

Es una lástima que ‘Beckett’ no perfile mejor ese componente de thriller conspiranoico, ya que sería una película mucho más de interesante de haber logrado una mayor credibilidad por esa vía. Lo que queda tampoco es que esté mal, pero recuerda más a querer tomar un refresco bien frío en plena ola de calor pero en realidad tomarte uno que dejaste abierto hace más de media hora y ya casi te habías olvidado de él. Hasta cierto punto cumple su función, pero ya no es lo mismo.