Las cadenas de retail acumulan años de rentabilidad negativa sin perspectiva de mejora, aun en un escenario de rebote económico a partir de 2021. A eso, se suma el impacto de la pandemia y la reconversión forzosa al canal digital

La persistencia de la caída del consumo, combinada con una suba de costos que deja la rentabilidad en terreno negativo desde hace años, las dificultades para importar y la aceleración brutal del proceso de digitalización, producto de la pandemia, emergen como los factores claves detrás de la reconfiguración del mapa de retailers en la Argentina, que tiene a un claro achicamiento. Como telón de fondo, la perspectiva de que, aun mejorando, el panorama para el negocio será poco alentador.

La decisión anunciada ayer por la tienda chilena Falabella se suma a otras de empresas de consumo masivo y también de otras industrias como aerolíneas y autopartistas. Todas tienen un denominador común detrás de la decisión: una torta que se achica y que ofrece cada vez menos oportunidades de crecimiento. Un negocio que, de acuerdo a los analistas del sector, registró un pico histórico de rentabilidad de 1,8%, que sería imposible recuperar incluso con proyecciones de rebote del consumo en los próximos años. Por caso, las expectativas del sector supermercadista suponen un incremento de 2% de las ventas en 2021 pero no tienen claro aún cómo cerrará 2020. Ocurre que en el cuarto trimestre del año se juegan todo el ejercicio ya que representa, Fiestas mediante, el 40% del volumen anual. En el mejor de los casos, en el sector esperan salir empatados.

El costo laboral representa para las cadenas de supermercados entre 60% y 70% de sus costo operativos.

Pero el de las cadenas de retail es un caso emblemático. Enfrentan la tormenta perfecta: hace cinco años vienen sobrellevando una caída sostenida de consumo, a un promedio de 5% anual, con costos en alza y estructuras físicas que, en plena cuarentena, se convirtieron en un peso prácticamente imposible de sostener. Como nunca en los últimos meses, la competencia del canal on line impuso la reconversión acelerada y sólo los que tienen más desarrolladas sus plataformas de e-commerce pueden dar pelea al costo que hoy representa el rubro inmobiliario. Por caso, fue con ese foco en la digitalización -uno de los factores mencionados por Falabella en su comunicado respecto del cierre de sus dos tiendas más las dos sucursales de Sodimac- que la norteamericana Wal Mart recortó 14 sucursales hace dos años, incluyendo la más “cara” en ese sentido, ubicada en el shopping Dot. También la cadena chilena, de las dos sucursales que eligió cerrar, una está en otro centro comercial de zona norte, el Tortugas Open Mall. Es que, aun cuando medido en dólares el rubro inmuebles tiene una incidencia cada vez menor, es cada vez más improductivo en función de la facturación. Particularmente en el caso de las superficies de de ventas cerradas.

Aunque Falabella no lo mencionó en su comunicado, también las dificultades para la importación tienen un gran impacto en un modelo de negocios que apunta a la escala aprovechando las sinergias con su casa matriz en Chile.

Fuentes del sector destacaron, además, la incidencia de la presión impositiva cada vez mayor sobre las locaciones. “Sólo el pago de impuestos y tasas municipales puede llegar a implicar hasta 10% de la facturación de cada local”, aseguraron en una compañía que analiza su reconversión. Pero no es el de inmuebles el mayor costo asociado a las estructuras físicas que se busca recortar sino el de los empleados que trabajan en ellas. El costo laboral representa para las cadenas de retail entre 60% y 70% de sus costo operativos, un renglón que, temen en la industria, podría expandirse más allá del gasto puramente en salarios. De ahí que además de reducir la cantidad de tiendas, Falabella anunció un plan de retiro voluntarios abierto para todo su personal.

La empresa chilena no lo mencionó en su comunicado pero también las dificultades para la importación tienen un gran impacto en un modelo de negocios que apunta a la escala aprovechando las sinergias con su casa matriz en Chile. Y esas

complicaciones tampoco lucen pasajeras. Paradójicamente, a pesar de que las categorías en las que la cadena es fuerte como electrodomésticos y artículos para el hogar experimentan un repunte, este crecimiento no parece un argumento suficiente ya que, otra vez, las plataformas digitales capturaron gran parte de esa expansión.

Pero la decisión de cerrar o irse del país no es excluyente de este sector: además de cadenas de comidas rápidas o las aerolíneas, el autopartista es uno de los sectores que más se comprime, con una veintena de empresas que se retiraron en los últimos dos años, como consecuencia de una sola realidad: un mercado inestable que se achica cada vez más y que no ofrece perspectivas de una mejora sostenible.