Hace tiempo que cada mañana es Navidad, audiovisualmente hablando. Como decía Bo Burnham, la apatía es una desgracia y el aburrimiento un crimen. No hay tiempo para aburrirse, tenemos más cosas que ver que nunca, ¡y todas son apetecibles! No podemos terminar una serie sin tener otras ocho nuevas pendientes, y los servicios de streaming no paran de llegar con cosas cada vez más llamativas. ¿Has acabado ‘Succession’? Qué bien, porque no puedes perderte ‘Severance’. Ni ‘The white lotus’. ¿Cómo que no has visto ‘Ellas dan el golpe’? ¿No vas al día con ‘El señor de los anillos: los anillos de poder’? ¿Y con ‘La casa del dragón’?

Al menos habrás ido al cine a ver la nueva de A24, ¿verdad? No, la que está en Filmin no, la otra. Y no dejes de echar un vistazo al último remake de una película de dibujos animados, ya que está en Disney+. ¿Te saltaste la película nueva de Jordan Peele? No dejes pasar la nueva de DC, que esta sí que es buena. El martilleo es constante, tanto como la pasividad del público ante tanta novedad imprescindible: puede que cada día sea Navidad, pero estábamos más emocionados cuando no había tantas cosas intentando llamar nuestra atención al mismo tiempo.

Agobio audiovisual

¿Os acordáis de la época de ‘Perdidos’? Cada episodio nuevo era un acontecimiento. Se crearon páginas para desgranar cada minuto de sus misterios (la ya mítica Lostzilla), los cliffhangers nos dejaban al borde de la silla y entre temporadas no se hablaba de otra cosa. Imaginad qué pasaría si ‘Perdidos’ se emitiera ahora, una época en la que no hay tiempo para perder teorizando porque otra nueva serie o película salió hace poco y no puede esperar. Probablemente habría pasado sin pena ni gloria: la única especulación que existe ahora es la de intentar adivinar los proyectos de Marvel. El resto es circunstancial o agua de borrajas.

Claro que ha habido fenómenos inesperados (ahí están ‘Stranger things’ o ‘El juego del calamar’, sin ir más lejos), y se ha hablado mucho de ellos, pero no desde la inocencia, el respeto y la emoción semanal que vivimos con ‘Perdidos’, sino desde un análisis a posteriori que puede ser interesante, pero está desprovisto de cualquier tipo de emoción. Hace unos años (si me perdonáis la referencia viejuna), éramos felices con un Scalextric y una Tortuga Ninja para todo el año. Ahora tenemos toda una mansión repleta de juguetes nuevos tan geniales que no nos podemos centrar realmente en ninguno.

El Juego Del Calamar El Juego Del Calamar

Consume. Mira. Más. ¿Sigues ahí? Si te gusta esto, te encantará esto otro. La cultura de la sobredosis no nos ha convertido en espectadores inteligentes, sino en personas con tragaderas cada vez más grandes, de esas que siguen series y películas no porque sean buenas, sino para no quedarse fuera del concepto audiovisual más pérfido de la última década: La Conversación. ¿No sabes por qué todo el mundo está hablando de alguien llamada Megan Thee Stallion? Vaya, parece que alguien se ha retrasado un día y medio en ver ‘She-Hulk: Abogada Hulka’, y su castigo es quedarse totalmente fuera.

«Estar bien» ya no está bien

Un simple paseo por Twitter puede llevar al estrés de mirar tus juguetes nuevos y relucientes y no saber por dónde empezar, si todos son la octava maravilla del siglo XXI. Para llamar la atención sobre algo que nos ha gustado cada vez tenemos que tirar de hipérboles más exageradas. ¿‘Los ensayos’? Nunca has visto nada igual. ¿‘WeCrashed’? La mejor comedia de la última década. ¿‘The white lotus’? Una obra maestra de la sátira. ¿‘Top Gun: Maverick’? El mejor blockbuster que jamás se ha hecho y un punto y aparte en la historia del cine.

Top Gun Maverick Top Gun Maverick

Uno ya sabe que, ante la marabunta imparable e indescifrable de estrenos y recomendaciones, un «Está bien» no va a hacer que nadie sienta deseos de ver nada. Ya no vivimos en la época en la que ‘Anatomía de Grey’ «estaba bien» y era motivo más que suficiente para lanzarse a por ella. La exageración campa a sus anchas, todas las semanas se estrena la mejor serie o película del año y, al final, la saturación es real: tenemos tantas cosas con las que jugar que a veces solo nos apetece sacar nuestro viejo y ajado muñeco de Raphael y darle un par de vueltas para olvidarnos del FOMO.

Nunca hemos sido más felices audiovisualmente que cuando solo teníamos tres o cuatro series y películas semanales para ver, pero las exprimíamos como nunca. Es el síndrome del videoclub: no se añora solo por volver a la infancia o a un tiempo más sencillo, sino porque todo se vivía más intensamente, las películas y las series eran un acontecimiento. Un acontecimiento real, creado por la gente, y no promovido por una campaña de marketing o porque un producto mediocre tenga un lacito muy bonito con el nombre de una franquicia conocida asegurándose un porcentaje de taquilla.

El evento es el anuncio

¿No os habéis fijado? El estreno de las películas es ya algo secundario. Lo importante en los productos mainstream, lo que mueve a la gente, el verdadero evento, es el anuncio. Las confirmaciones de la D23 esta semana van a importar muchísimo más en redes sociales, Reddit y webs de noticias que la película o serie en sí misma. Es la siguiente evolución: ya ni siquiera queremos el juguete, solo queremos que nos confirmen que ese juguete va a existir, y cuando salga, ignorarlo o darle una atención distraída.

Antaño, el hecho de que ‘Iron man’ existiera era motivo de júbilo. ‘Los vengadores’, un acontecimiento. Era el equivalente de pasar de tener un par de juguetes a que nos regalaran la PlayStation. El problema es que todos los estudios se han dedicado a consentirnos, a darnos exactamente lo que pedimos. Todo. Al mismo tiempo. Sin control. Nos dejamos manejar por la maquinaria del hype tanto que películas fabulosas sin mucha anticipación como ‘3000 años esperándote’, de George Miller (que hace dos años era el niño mimado de Twitter y todos prometían «protegerle a toda costa») pasa sin pena ni gloria porque todos estamos hablando de que Hulka menea el culo durante cinco segundos y no hay tiempo para todo.

Hace años, cuando solo tenías un juguete, querías vivir así, rodeado de opulencia. Tenerlo todo. Poder verlo todo. Y, sin embargo, estamos, por más que queramos fingir lo contrario, aburridos de tanta película del año, de tanta serie imprescindible, de tanto evento prefabricado, de que nos consientan constantemente. Porque, igual que el señor Burns, quizá lo único que queremos ahora que lo tenemos todo era nuestro osito de peluche.