Shane MacGowan es de esas personas que entran en un bar y todo el mundo parece haberle conocido, o al menos haberse bebido con él una pinta alguna vez, una personalidad en la escena musical de Londres que va más allá de su cara visible como líder de The Pogues, banda punk que renovó la música tradicional irlandesa en los 80, y quizá por eso ‘Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan’ trata sobre él y no sobre la legendaria formación musical.
Puede que baste con poner la cámara delante de esa cara llena de historias y alcohol en cada arruga para darse cuenta que todo el espíritu festivo de una canción popular cantada a coro en un pub, la peleas y el espíritu provocador, irreverente y rompedor del movimiento punk se encarnan en la personalidad compleja y multifacética de MacGowan. No es de extrañar que un estudio de todo un movimiento que ha llegado a materializarse en bandas como Dropkick Murphys y su tremenda BSO para ‘Infiltrados’ (2006) tenga su objeto en una sola persona.
Ron, sodomía y latigazo
A nadie se le podría ocurrir que una música pastoral y folklórica llegara a encajar en el mundo postindustrial y moderno que la música y el movimiento punk rock, pero The Pogues lo consiguieron gracias a la actitud de su frontman, la falta de solemnidad y la idea básica de que un pogo en un concierto de los Sex Pistols no se diferencia demasiado del tumulto etílico, violento y festivo de un pup de Irlanda del Norte, con lo que su música y letras transmitían una comunión con el público que resultaba ancestral y moderna a la vez.
La presencia de MacGowan ya era notoria cuando ni siquiera era miembro de la banda. Es increíble ver cómo las fotos de la época en la explosión de la escena punk están llenas de cameos del cantante cuando era un gamberro imberbe con un nombre en la noche londinense y se curtió en pogos para encontrar su propia personalidad como trovador de música popular bajo el filtro de velocidad y violencia, algo parecido a lo que pasó en los 80 y 90 con el bravú en Galicia, un movimiento de reivindicación rural y orgullo nacional que encuentra su vía en el punk.
Ha faltado la mano de Johnny Depp, amigo del cantante, para producir este documental sobre su figura, eligiendo para la tarea a Julien Temple, uno de los directores que más en contacto ha estado con la escena musical británica. Puede que Depp se acercara a él por su mirada a otro músico destroyer como Keith Richards, pero lo cierto es que a Temple le encaja muy bien este retrato parejo al de Joe Strummer, que fue miembro de The Pogues durante una gira, y completa una trilogía de punk junto a su imprescindible ‘La mugre y la furia’ (2000) y continúa una dedicación a la historia underground británica con piezas a redescubrir como ‘Principiantes’ (1986).
Completando la historia del punk
Los Sex Pistols fueron también uno de los grupos más importantes de la carrera de Temple, cuyo debut fue precisamente ‘The Great Rock ‘n’ Roll Swindle’ (1980), la película que convertía en ópera el auge y caída de la banda punk. En esta ya marcaba los detalles más geniales de su narrativa, animaciones propias del comic underground y recursos de archivo de todo tipo que resultan ilustrativos, irónicos y cargados de una fuerte alegoría de la personalidad del personaje, convirtiendo eventos y anécdotas en momentos épicos, historia de la cultura pop que se retroalimenta de lo inalcanzable.
Si en el biopic de los Sex Pistols comparaba a Johnny Rotten con Ricardo III, utilizando la adaptación de Lawrence Olivier, en ‘Crock of Gold’, Temple compara a MacGowan con uno de los personajes de la mitología irlandesa, como hombre engañado por el Leprechaun y su caldero de oro, en la que para el cantante puede ser el éxito que acelera y aumenta sus problemas con el alcohol, el lado oscuro de un tesoro que lleva a la desgracia a un joven de pueblo, convirtiéndole en esclavo de sus propios excesos.
Sin embargo, la comparación no va más allá, tan solo juega con ciertas ideas que dan ritmo al film, como animaciones al viejo estilo de ‘Great Rock ‘n’ Roll Swindle’, insertos de películas británicas de delincuencia de los años 60, material de archivo y documentales como ‘Hombres de Arán’. Todo se completa con actuaciones de los Pogues, entrevistas etílicas de sus años de éxitos, sus papeles en filmes de Alex Cox —un cineasta punk de temáticas paralelas a Temple—, y distendidas charlas entre MacGowan, su esposa y Johnny Depp.
Una explosión inspiradora
El propio estado deplorable de salud de MacGowan resulta el propio colofón de impacto de su propia vida, que su voz paciente, casi de enfermo, colorea con recuerdos, datos sobre sus raíces gaélicas y la vida en las granjas, reflexiones sobre su papel en el país, desde la conexión del carácter de su tierra con la hambruna del siglo XIX y la emigración o el terrorismo, o cómo usaban camisetas del IRA para provocar, en los años más conflictivos, al estilo de Sid Vicious y su infame camiseta con esvástica.
El papel del músico toma un cariz patriótico con el reconocimiento en vida de su trabajo por Irlanda y hay una sencilla pero emotiva conversación entre MacGowan y Gerry Adams, expresidente del Sinn Féin, sobre su país, los conflictos y el papel de The Pogues y sus letras. El documental pone como clímax el homenaje en su 60 cumpleaños, lleno de personalidades y mitos de la música como Nick Cave, que resulta conmovedora y un poco dura, por ver las dificultades de salud provocadas por una vida regada por la bebida que define también la vitalidad de sus años más salvajes.
‘Crock of Gold’ es un viaje inspirador al corazón de una personalidad absolutamente fascinante, llena de emociones contenidas y violentas explosiones de euforia, la vida de un poeta del punk, la expresión pura de la fuerza de la creatividad y el carácter y cómo esta puede llevar a cambiar la cultura de todo un país de forma casi anecdótica, un viaje cara a cara con la honestidad brutal de un artista tan complejo como encantador que supone un documento imprescindible para entender las ramificaciones en cascada del punk. Un film imprescindible de un cineasta veterano que, incluso a nivel de inventiva, espontaneidad y vanguardia, puede sacar los colores a media producción documental de plataformas actuales.