El 30 de mayo se nos fue Norita Cortiñas, una mujer argentina signada por la lucha popular. Es imposible describirla en pocas palabras, su presencia en cada una de las manifestaciones por los derechos humanos fue constante e inmensa. Tanto es así que hubiera esperado de parte de quienes estuvieran gobernando al momento de su deceso, alguna expresión de pésame, como mínimo un mensaje, o el ofrecimiento de espacios oficiales de Ciudad o Nación para que su familia pudiera velarla en donde eligiera. De todos modos, es presumible pensar que tanto sus compañeros de lucha como ella misma, en este contexto político, lo hubiera rechazado. Percibo la inacción del Gobierno como un intento de silenciar un duelo nacional que, a pesar de sus destratos, fue imposible de invisibilizar: el velorio de Nora fue multitudinario. La gente manifestó su amor y su agradecimiento infinitos, tanto en presencia como en las redes sociales.
La lucha me fue cruzando con Nora en distintos momentos. La última vez que la vi fue un jueves. Ese día yo estaba mostrándole a la activista Liaam Winslet algunas partes de la ciudad. Era su primer viaje a la Argentina y nuestro encuentro coincidió con el día en que las Madres de Plaza de Mayo realizan su ronda. A uno de los costados de la Plaza, estaba Norita, rodeada de banderas, saludando a la gente. Le pregunté a Liaam si quería conocerla y me dijo que sí. Nos acercamos. Yo llevaba puesto un pin del Archivo; me lo saqué y se lo regalé, mientras le contaba sobre el trabajo que hacemos día a día. Después de unos segundos que hubieran sido eternos, nos despedimos con un beso y un abrazo, a pesar de que ella, probablemente, estuviera pensando en las manchas que dejaría mi maquillaje en su pañuelo blanco.
Esa tarde nos reconocimos en una misma lucha. Norita era una de las pocas activistas que continuaba peleando, junto a nosotras, por la apertura de los archivos de la comunidad LGTB que siguen ocultos desde la dictadura. No me sorprende que el primer fanzine de la Editorial del AMT relate la historia de cuando, en la calle y por lo que parecía puro azar, nos encontramos un grupo enorme de documentos personales que pertenecían a Aurora Gómez Otero de Giménez, madre de Plaza de Mayo, línea fundadora. Pienso que hoy, viéndolo a la distancia, pudo no haber sido el azar, sino una conexión mucho más fuerte.
Siempre del lado Norita de la vida;
te seguiré buscando en las marchas, entre el tumulto de la gente.
En alguna, nos cruzaremos.
MBC/SN/DTC