Curtido en la comedia televisiva más de culto, humor catódico del nivel de ‘Da Ali G Show’ o ‘Los Conchords‘, el director James Bobin debutó con la espectacular ‘Los Muppets‘, pero a medida que ha ido progresando con su carrera cinematográfica también ha ido perdiendo parte de su lado más oscuro. Así, blanco inmaculado, llega su nueva película, ‘Dora y la ciudad perdida‘.
La jungla de asfalto
Hace casi veinte veranos ‘Dora la Exploradora’ debutaba en la televisión. La niña imaginada por Chris Gifford, Valerie Walsh Valdes y Eric Weiner se estrenaba en Nickelodeon, conquistando a todos los críos de una generación que en algunos casos estará cuidando ya de sus propios retoños. Probablemente para ellos esté pensada esta (pequeña) evolución del personaje.
Algo más crecidita pero con los mismos gustos e inquietudes, Dora tendrá una nueva aventura por explorar: la vida en el mundo real. Y no nos referimos a que salte de la animación a la imagen real, no. En esta ocasión la joven aventurera deberá esquivar los peligros de la verdadera jungla del mundo. La jungla de asfalto.
Con una cabecera adorable que funciona a varios niveles, recreando la obertura de la serie original en la cabeza de dos pre-adolescentes que juegan en la selva, la aventura cinematográfica de la exploradora se tomará su tiempo en presentar la situación. Afortunadamente, unos entonados Eva Longoria y (sobre todo) Michael Peña, equilibrarán el posible tedio con una estupenda recreación de los padres de la joven protagonista.
En busca de la ciudad perdida
No hay una especial revolución en el género de aventuras familiares en la película de Dora, y tal vez, viniendo de quien viene la propuesta, sea lo que más pese en su contra. La historia de Nicholas Stoller, uno de los guionistas de comedia más interesantes de los últimos años, no termina de encontrar su sitio, en parte por el comportamiento de unos personajes excesivamente caricaturescos. Ni Diego, el inseparable primo de Dora ni mucho menos ese Randy, un sucedáneo de Shaggy al que apenas le funcionan los chistes.
Lo que Stoller y Bobin sí han sabido añadir a su trabajo es el gusto por el musical y el clasicismo. Así, una película que lo único que no era un número musical, cierra la experiencia con uno. Y tampoco es que desentone en esta fiesta de la pureza donde todo vale. Desde los monos digitales con diseños de dudoso gusto hasta ese zorro que parece salido de alguna obra maestra de Wes Anderson. Todo ello se beneficia de la espectacular fotografía de Javier Aguirresarobe.
‘Dora y la ciudad perdida’ es un simpático pasatiempo que contentará a los más pequeños donde los que más disfrutan de la función, como decía más arriba, son los mayores. La fiesta rave que se marca el papá de Dora o la interpretación de Eugenio Derbez están a la altura de lo que uno espera de un trabajo de Stoller y Bobin, pero el resultado final está lejos de su conexión en ‘Los Muppets’. Incluso de su inferior secuela. Con todo, nadie saldrá molesto de una entretenida peripecia por una selva llena de aventuras y peligros a pesar de un James Bobin que supo encontrar tesoros más increíbles en anteriores ocasiones.