Te guste más o te guste menos (y está claro que es un director que despierta odios y pasiones), hay que reconocer que Jonás Trueba es una de las almas más libres del nuevo cine español. Nunca sabes qué esperar del autor que parecía encasillado con ‘La virgen de agosto’ o ‘La reconquista’ y después pateó la cuarta pared en la fabulosa ‘Quién lo impide’, casi cuatro horas que mezclaban el documental con la ficción, la música, la realidad y la visión joven a un futuro trágico. Finalmente, con todos los ojos puestos en su siguiente cinta, Trueba decidió salir con la cosa más pequeña posible.
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Un nuevo hogar
‘Tenéis que venir a verla’, aparte de tener un título fabuloso, solo dura 64 minutos, y así se anunciaba en el cartel como eslogan. Después del empacho de cine de ‘Quién lo impide’, una película de la que hizo versiones, cortes y recortes hasta su montaje final, este título se antoja como un simple divertimento, como el café después de un menú degustación.
De hecho, ni siquiera ella misma se toma demasiado en serio durante el metraje, y, tras verla, es posible que tengas la impresión de haber visto los apuntes para una película más grande. Pero ‘Tenéis que venir a verla’ esconde una crítica de clase entre las dos parejas de amigos que han tomado diferentes caminos en la vida, una comedia amarga sobre quiénes somos en la intimidad y, por supuesto, una parodia fácilmente confundible con el elogio de la esfera cultureta madrileña.
Porque Jonás Trueba es cultureta, y no tiene miedo de mostrarlo ni de aguar un ápice las conversaciones que tiene con sus amigos -y que refleja en la película- para adecuarlas al público general. Puede hacerse pedante, pero nadie le puede negar su autenticidad. Una autenticidad experimental, pequeña, imperfecta, a su manera insoportable, pero imprescindible para conocer la obra de un autor en perpetuo estado de cambio.
Tenéis que ponerla en la tele
Entiendo todas las críticas a ‘Tenéis que venir a verla’. De verdad. Se le va la mano con el toque «culto», hay escenas que se alargan en demasía, parece más un boceto de película que una película en sí misma… Y, al mismo tiempo, es brutalmente única y sincera. No hay otra película como esta, que trate temas controvertidos en un grupo de amigos sin comunicación, que oculte los problemas reales con el ocio más inane, que muestre la soledad del moderneo más petardo.
Se nota que no hay presupuesto, pero sí ganas de ir más allá, de que el espectador saque sus propias conclusiones, se horrorice o se maraville con unos personajes con los que Trueba no es capaz de poner distancia. Al contrario: se refleja en ellos mismos de manera constante, casi opresiva, como mostrando al público que es así como él se ve en el día a día dentro de un minimalismo creativo. Porque, al final, y en su base, la película son varias conversaciones y un pequeño concierto de piano, en las que el director se niega a dar las cosas mascadas. Si es que hay algo que mascar.
Si queréis acercaros a la obra de uno de los autores españoles esenciales del siglo XXI pero no os apetece probar con la duración excesiva de ‘Quién lo impide’ podéis intentarlo con este pequeño entremés, apenas una hora de realidades vitales, respuestas incomprensibles, culturilla de usar y tirar, neo-ecologismo mal entendido y conversaciones entre amigos que hace tiempo que dejaron de serlo (pero aún no se han enterado). La tenéis en RTVE totalmente gratis, así que literalmente no perdéis nada por venir a verla.
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