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Esteros del Iberá en llamas: viaje al corazón de un infierno

¿Son pocas las áreas quemadas en los Esteros del Iberá este año? Definitivamente, no. La tragedia se repite año tras año en la superficie que va quedando, y, pareciera que los incendios en más de 100 mil hectáreas desde enero a hoy, aún no son suficientes para pasar a la acción y hacer algo para proteger este ecosistema.

 

Los Esteros son humedales, uno de los tantos que abarcan el 21 % de la superficie de nuestro país y que son fundamentales, entre otras cosas para combatir el cambio climático. Frente a las olas de calor de estos días, la luz roja se enciende más que nunca ante la destrucción de todo aquello que amortigüe los efectos evidentes de la crisis climática. Es tarde, pero nunca demasiado como para accionar.

 

Hace pocos días estuvimos ahí. Viajamos a documentar y colaborar con los bomberos. Entre el fuego, quedan los animales muertos, toneladas de cenizas y especies vegetales únicas. Parece, sólo parece, que al lado están verdes los pastizales. Pero es sólo porque el fuego se propaga desde abajo y todavía no llegó.

 

En segundos nomás, se encienden y se quema, rápidamente, toda la vegetación que alcanzamos a ver. El suelo queda caliente, imposible de transitar, la vida que allí había, ya no está. La tragedia repetida de los incendios en el Iberá no da tregua y otra vez dependemos de la tarea heroica y permanente de los bomberos y la voluntad de la lluvia, para conservar lo que quede. Los intentos de una ley nacional efectiva que proteja los humedales insisten sostenidos por la ciudadanía y anhelan que los fuegos en Corrientes cesen y sean algún día, una excepción.

 


Estos ecosistemas son de vital importancia para la absorción del dióxido de carbono (co2) de la atmósfera. Los humedales almacenan hasta 50 veces más carbono que las selvas tropicales; son fuente de agua potable y albergan todo tipo de vida silvestre. El 40% de todas las plantas y animales viven y se reproducen en humedales y más de mil millones de personas dependen de ellos para vivir.  Son, además, reservorios de agua dulce y esenciales para mitigar los efectos de la sequía y la escasez de agua

 

En Argentina no existe un marco legal que proteja estos ecosistemas. Es tan compleja la situación que no se sabe con exactitud cuántos hay, su extensión ni su estado de conservación y destrucción.

 

Sí sabemos que algunos, como los Esteros y también el Delta del Paraná, año a año se ven diezmados por el fuego, destruidos por incendios intencionales, accidentales, amenazados por actividades como la ganadería, los proyectos inmobiliarios y la minería. Cierto que son vulnerables paradójicamente a las sequías extremas, producto de la crisis climática, el ambiente perfecto para que ocurran incendios cada vez más frecuentes y más devastadores. Ante el fuego, los humedales secos son los más vulnerables, en ellos los incendios se vuelven incontrolables.

 

Sin embargo, vale recordar que según datos oficiales más del 90% de los incendios son producidos por el ser humano, accidental o intencional. Para estos casos, las penas actuales son insuficientes y es necesaria la incorporación a nuestro sistema de una figura penal para que las personas que deliberadamente destruyen estos ecosistemas vayan presos.

CC