¿Te acuerdas cómo empezó la era del streaming? Como una ventana a un paraje infinito, lleno de películas, series, documentales nuevos, pero también de obras pasadas, olvidadas o magnificadas por el tiempo. Una cuota asequible, un millón de oportunidades.
Hoy es un monstruo de muchas cabezas, pero el mismo nombre: avaricia. Nada de compartir, aquí todos a pagar el doble que hace 6 años por una calidad inferior y encima con anuncios.
Y suspiras y te dices, bueno, al menos sigo teniendo el material, ¿no? Pues no, porque hasta esto son capaces de arrebatarte y ‘Final Space‘ es la prueba más penosa de ello. A las escasas ediciones en físico, se suma la volatilidad de derechos negociados al milímetro y expirados en un suspiro, de «contenido» (dicho con todas las comillas posibles: es arte, ni más, ni menos) que desaparece por una cuestión dineraria salvable.
Hacia donde los humanos no han llegado jamás
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Con una estética que recuerda a ‘Star Trek‘ y los viejos seriales de ciencia ficción espacial que en España apenas catamos, ‘Final Space’ empieza su andadura con una temporada que puede coger desprevenido al más pintado. Conmigo lo consiguió: en comparación con el resto de la serie, digamos que el capítulo piloto tiene poco que ver y llegué a abandonarla ahí. Solo me convenció el anuncio de su pronta desaparición y la pasión de su creador, Olan Rogers, pero cada cosa en su epígrafe.
En esta primera temporada conocemos a Gary (Juan Logan Jr. / Olan Rogers), un patán con Dunning-Kruger terminal que para ligar con Quinn (Catherina Martínez / Tika Sumpter), una soldado de la Guardia del Infinito, se hace pasar por piloto espacial, lo que provoca un desastre sin precedentes y que le condenen a cinco años en una nave prisión.
En esos cinco años, la IA de la nave, HUE (Fernando Castro / Tom Kenny), le avisa de las posibles ampliaciones de condena, mientras que el robot KVN (Abraham Aguilar / Fred Armisen), que se supone debería alejarlo de tendencias suicidas, le lleva por el camino de la amargura.
Lo que no imagina es que se topará con una especie de Flubber espacial llamado Mooncake, una pelota verde y adorable… que tiene la capacidad de destruir planetas. Un bicho que el Lord Comandante (Gabriel Jiménez / David Tennant), un dictador con un ejército de mercenarios, ansía con todas sus fuerzas. Añade al mix un gato antropomorfo llamado Avocato (Alejandro García / Coty Galloway), que en inglés va por aguacate, pero que en España tiene el inesperado efecto secundario de sonar a «Abogado» pronunciado por Ricardo Solans… y ni siquiera has rascado la superficie de la serie.
Porque estos personajes, algunos típicamente estadounidenses (KVN, por ejemplo, es ese secundario cargante creado única y exclusivamente para ser odiado, que a esta gente les encanta tener alguien a quien odiar) crecen y cobran vida, gracias y a pesar de la ametralladora de chistes que les rodea. Incluso Gary, aunque cueste creerlo en el primer capítulo.
Al principio, el cuelgue de Gary con Quinn no tiene mucho sentido, ni demasiada gracia, y la amistad entre Gary y Avocato no es menos inverosímil. Pero, a pesar de la fragilidad de sus cimientos, sirven para construir pilares sobre los que se asentará toda la serie, porque esto funciona por acumulación.
Y a esa acumulación contribuye una historia épica como pocas, que es capaz de fusionar con gusto drama y comedia, epopeya espacial y acojone cósmico, la grandeza de un gesto íntimo, de un planeta que colapsa o de un universo enfrentado a otro. Todo cabe y, cuando terminas la primera temporada, ya tienes muy claro que no sabes dónde va a acabar esto, pero que quieres estar ahí para verlo.
Lo repito porque creo que no pocos, al ver el piloto, querrán echarse atrás. ‘Final Space’ no es una serie que se dedica a tocar las mismas notas una y otra vez, aunque haya running gags (por favor, no me salgáis por esa tangente). Si la trilogía original de ‘Star Wars‘ fuera rock, ‘Final Space’ sería ‘Thick as a brick‘ de Jethro Tull.
Una búsqueda de mil pares de galaxias
La segunda temporada, aunque tiene una estructura más visible, consistente en una búsqueda de varios tesoros para que Gary y sus amigos puedan salvar el universo, se siente un poco más deslavazada que la primera, lo que no es ni bueno, ni malo.
La propia intro ya muestra de qué va esto: una tripulación aún más grande, lanzada a la aventura. Aunque el reparto se duplica, ni los personajes principales detienen su desarrollo, ni los nuevos pierden la oportunidad de avanzar en su historia personal. Y todo en capítulos de 20 minutos: si uno se pone a pensar en los malabares narrativos de ‘Final Space’, no puede más que rendirse a sus pies.
Lo más cómodo hubiera sido repetir temas, planetas y civilizaciones vistos en la primera temporada, pero la segunda revela un universo gigante y lleno de posibilidades que sus creadores están dispuestos a exprimir hasta la última gota. Al contrario que, ejem, otras franquicias que, con un planteamiento de space opera similar, parecen atascadas en los mismos escenarios, personajes y diseños establecidos hace varias décadas. Ejem.
De nuevo, que la ligereza de sus primeros compases no te confunda: ‘Final Space’ no tiene miedo a hacer sangre sobre sus personajes, a pesar de que el ingrediente principal sea la comedia. Quizá por eso duele tanto.
La caída al abismo
Y llegamos a la tercera temporada. Quitemos la espina cuanto antes: no entiendo cómo, con los mimbres de ‘Final Space’ en este punto, y tal y como acaba esta temporada, no hubiera ninguna cadena dispuesta a continuar la historia.
Lo digo a menudo, pero lo repito: desde hace siglos, se hace arte a pesar del mercado, no tanto gracias a él. Pueden ser cuadros, esculturas, libros, películas, series o cómics, pero a veces, el mercado no acompaña lo suficiente: falta la audiencia o la voluntad de los que tienen el dinero. O ambas cosas.
En la tercera temporada, la situación se vuelve desesperada. Y chunga. Aquí es donde ‘Final Space’ no se guarda ni un solo golpe y te deja magullado por dentro.
Sigue habiendo momentos humorísticos, que se distinguen entre la incesante miríada de momentos terribles, de drama fraguado durante varias temporadas, de secretos escondidos a plena vista desde el inicio y ahora revelados. Por supuesto, también va de destinos alcanzados. En su tercera temporada, hasta el romance de Gary y Quinn adquiere relevancia cósmica.
Y de nuevo, se visita uno de los tropos más poderosos y usados de esta época que nos ha tocado vivir, quién sabe si como aviso al devenir de la Historia: que la forma más segura de cumplir con el destino es luchar contra él. Que lo que está escrito nos coge de los pies y nos arrastra, y que arañar el suelo no hace más que allanar el camino.
Giros inesperados, una situación cada vez más desesperada y personajes que ya queremos como a nuestros propios amigos (incluso a KVN). ‘Final Space’ nos dijo adiós con la manita, dándolo todo para que ningún ejecutivo tuviera el valor de echarse atrás, para que fuera impensable no dar luz verde a las siguientes temporadas.
Pero la luz se volvió roja.
La verdadera caída del abismo
El 4 de mayo de 2010, Olan Rogers publica el primer capítulo de una webserie llamada ‘Gary Space‘. Siempre había querido hacer una serie de dibujos animados y con medios muy limitados (aún más que otro piloto infrafinanciado como el de ‘Rick y Morty‘, por ejemplo) se lanza a la aventura en Youtube. La idea que tiene es de diez capítulos, pero solo publica tres.
Luego vino un Kickstarter y un piloto que llamó la atención de la gente adecuada para poder crear esta ‘Final Space’. Es enternecedor ver a Rogers llorar de emoción mientras visiona por primera vez ese piloto. El cambio de título, por cierto, viene para evitar confusiones y que la gente se crea que es una parodia o está relacionada con ‘Steven Universe‘. Su andadura empieza en la cadena TBS y más tarde en Adult Swim. Las cosas no van mal…
Y entonces, Warner y Discovery se fusionan. Ya hemos hablado de esto. Ya hemos tratado sus consecuencias. Por desgracia, aprendimos todos al mismo tiempo lo que implica la contabilidad creativa de Hollywood. Nos recordaron que esto es un negocio donde se hace arte.
Es un mazazo tremendo que la fusión lleve a que no se renueve ‘Final Space’, pero el destino se guarda en la manga un giro mucho peor. Porque a David Zaslav, que no tiene en buena consideración cualquier cosa que sea de ficción (salvo los numeritos imaginarios que le montan sus contables, claro), se le ocurre que hay algo aún mejor que no gastar en ficción: destruirla para declarar pérdidas y que la hacienda estadounidense le devuelva dinero.
Nos quedamos sin ‘Batgirl‘ y sin una película de Scooby Doo completada al 99%. Podemos dar por perdida ‘Coyote vs. ACME‘. Y ‘Final Space’ empezó a desaparecer del streaming estadounidense. ¿Edición física? Solo se editaron las dos primeras temporadas, que ya se han retirado de la venta, y la tercera no saldrá nunca. La magia consiste en quitar de un sitio para que parezca que surge en otro, y aquí consiste en borrar todo rastro de una ficción para que los numeritos en una cuenta de resultados estén verdes y ciertas personas cobren dividendos.
¿Y ahora? ‘Final Space’ estuvo durante un tiempo disponible en nuestro país mediante Netflix, que es quien ostenta los derechos internacionales, pero una vez que expiraron, se fue para siempre. Deja que la idea cale: el esfuerzo de cientos de personas, tirado por un capricho económico. Sin embargo, no todo está perdido.
Pequeños destellos de esperanza
Como si del mismísimo Gary Godspeed se tratara, Olan Rogers no renuncia a ‘Final Space’ por muchas trabas que se le pongan por delante. Sabe que hay fans que la adoran ahora, y que habrá muchos más que la descubrirán de formas poco ortodoxas.
Cuando las negociaciones para una cuarta temporada no dan sus frutos, los jefazos que ostentan los derechos de la serie le ofrecen a Rogers un trato imposible: poder acabar con la historia en un cómic autopublicado de tirada única, sin edición digital. Cualquier otro se hubiera negado a cumplir con esas condiciones leoninas. Rogers, no.
Así que, a finales de año, un cómic de varios cientos de páginas llamado ‘The Final Chapter’ contará lo que hubieran sido las siguientes temporadas de ‘Final Space’. Y, en paralelo, una serie temática y narrativamente conectada de forma tangencial, ‘Godspeed‘, se está financiando capítulo a capítulo en Kickstarter. El primer capítulo está disponible para ver en YouTube.
Lo que nos ha enseñado ‘Final Space’, tanto dentro como fuera de la pantalla, es que hay mucho por descubrir y que merece la pena lanzarse a la aventura. Pero también que no todo horizonte es benigno, que el mal amenaza con expandirse por capricho y avaricia.
Eso no quiere decir que haya que rendirse. Eso nunca.
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