La base Marambio cumple mañana 50 años con nuevos «logros científicos» y como «una herramienta que contribuye directamente a la defensa de las pretensiones de soberanía de nuestra Nación», dijeron autoridades actuales y pasadas de esa estación permanente de la Argentina en la Antártida.
El comodoro Lucas Carol Lugones, jefe de la Base Marambio, destacó que «este año fue un éxito en logros científicos ya que se instaló el primer laboratorio sensor de rayos cósmicos de la Antártida, se realizaron descubrimientos paleontológicos de pingüinos de hace millones de años, se actualizaron sismógrafos y sensores de ozonosondeo y se cooperó con Brasil, España y Finlandia en el campo científico».
El Fokker F-27 aterriza en la base antártica.
Es «una herramienta que contribuye directamente a la defensa de las pretensiones de soberanía de nuestra Nación», dijo Carol Lugones a Télam.También resaltó que hoy Marambio participa en un 65 por ciento de las actividades científicas que realiza el Programa Antártico Argentino, posee 27 edificios, utiliza un millón de de litros de combustible, viven un promedio de 70 personas en invierno y 170 en verano, tiene una pista principal de aterrizaje de 1200 metros y una proyección de otra auxiliar de 1800, «sin descuidar el cuidado y preservación» del ambiente.
Cuando se erigía la base, había que dormir en carpas, en pleno invierno.
La Base Marambio fue fundada el 29 de octubre de 1969 y debe su nombre al piloto de la Fuerza Aérea Argentina, Gustavo Argentino Marambio, pionero en volar en el Sector Antártico Argentino, dedicado a buscar la posibilidad de una pista de tierra que permita la operación de aeronaves con ruedas y romper el aislamiento con la Antártida.
El suboficial mayor de la Fuerza Aérea (R) Juan Carlos Luján, uno de los fundadores de la base, destacó que «hoy es una base modelo, cada vez mejor equipada y con capacidad de investigación cada vez mas importante».
Luján recordó a Télam que en abril de 1969 comenzaron a trabajar en el operativo Marambio y que desde aviones se tomaban fotografías para hacer un relevamiento de la entonces isla Seymor, «y ahí se observó, en el noroeste, un manchón blanco a 200 metros aproximadamente sobre el nivel del mar».
«Se dio la orden de tomar posesión de ese lugar y tres oficiales y suboficiales lograron descender desde helicópteros en esa meseta para observar la aptitud de la zona, y comprobaron que el piso era una combinación de barro congelado y piedras», agregó.
El suboficial mayor de la Fuerza Aérea Juan Carlos Luján, hacia 1969.
Durante el invierno de 1969, la «Patrulla Soberanía», integrada por 23 oficiales y suboficiales, arribó a la zona de la isla ya rebautizada como Marambio y comenzó la construcción de la pista de aterrizaje en esa meseta de 200 metros sobre el nivel del mar.El militar, que integró aquella patrulla, rememoró que contaban solo con picos, palas y barretas: «se sacaban piedras grandes a los costados y se las reemplazaban con piedras chicas para rellenar, y así íbamos avanzando».
«Vivíamos en carpas para dos personas, afuera había temperaturas de 15 o 20 grados bajo cero y nos despertábamos con hielo rodeando nuestras bocas. Nos decían: ‘¿por qué mejor no ponen una fabrica de helados?'».
Hoy Luján preside la Fundación Marambio.
Luján, que actualmente preside la Fundación Marambio, recordó que en las primeras horas del 29 de octubre de 1969, el legendario avión Douglas C-47, matrícula TA-05, aterrizó en Marambio y luego emprendió viaje a Buenos Aires para incorporarse al Museo Nacional de Aeronáutica.
Más tarde un Fokker F-27 se posó en la pista utilizando un tren de aterrizaje convencional, «lo que produjo un hecho histórico: romper el aislamiento que hasta entonces existía con la Antártida».
Hasta ese momento, a la Antártida solo se podía llegar por vía marítima durante el verano, siempre que el estado de los hielos lo permitiera, y ahora se lo puede hacer todo el año, si con condiciones meteorológicas favorables: las temperatura promedios en verano oscilan entre 1 y 2 grados bajo cero y durante el invierno entre 20 y 22 bajo cero, y la sensación térmica puede ser de menos de 60 grados bajo cero.
Sobre la perspectiva de la Base, el comodoro Lucas Carol Lugones auguró «un futuro exitoso, con mejoras edilicias, actualizando con tecnologías modernas los procesos que se realizan, y como una plataforma necesaria para que los científicos de nuestro país y otros países» puedan desarrollar sus proyectos.