En la sede de la Policía Federal, Edgar Adhemar Bacchiani se negaba a transferir una cifra propuesta por el juez federal Miguel Contreras desde la presunta cuenta de dólares virtuales que había exhibido el miércoles pasado a la de su abogado, Lucas Retamozo. Temía, argumentaba, ser blanco de hackers si se modificaba el monto que él pretendía: 5 mil dólares ¿Por qué se empecinaba Contreras en 100 mil?

Otro de los letrados, querellante, propuso saldar la discusión con el concurso del técnico que había llevado a presenciar la opereta:

  • ¿Quiere ver cómo hizo el imputado para mostrarle la cuenta la semana pasada? Dígame cuánto quiere que haga aparecer en una cuenta virtual….
  • 120 millones de dólares- accedió Contreras, cansado de remar en dulce de leche.

En menos de lo que se tarda en contarlo, el especialista manipuló un celular y generó una cuenta virtual con el monto exacto, cuya imagen mostró a todos los presentes.

Contreras no lo podía creer, casi se cae de traste. Apenas pudo disimular su furia en las breves declaraciones que concedió a la prensa al salir del frustrante procedimiento.

Cuando aceptó darle la enésima posibilidad a Bacchiani para que demostrara que tiene los recursos suficientes para afrontar sus deudas, imaginó tal vez que recuperaría el afecto de los cientos de damnificados que su disposición había colocado nuevamente en la calle para reclamar por la prisión domiciliaria para el reo.

“Soy optimista”, dijo, contribuyendo a la renovación de las expectativas que algunos estudios jurídicos, aliados con Retamozo, alentaban para sacar al financista del penal de Miraflores.

Ya el viernes, el informe de los peritos de Gendarmería sobre el acto de verificación que se había celebrado un par de días antes habrá empezado a estimularle la úlcera. Decía que lo que Bacchiani había mostrado era sólo una imagen de la que no podía extrapolarse ninguna certeza, y recomendaba recurrir otros métodos para determinar la real disponibilidad del dinero, los movimientos de la cuenta y si su titular era en efecto el “Trader God”.

Ayer, su sueño de héroe de los estafados se esfumó para exponerlo como un estafado más. Debe haber sido para él más humillante constatar que había bastado la intervención de un técnico suministrado por una de las partes para verificar la farsa que el calvo viene desplegando desde hace cinco meses.

Para completar el grotesco, quien sugirió una alternativa para que empiece a curarse la autoestima herida fue el abogado Diego Figueroa, ex diputado del PRO que promovió en noviembre del año pasado un proyecto para que la Cámara baja diplome a Bacchiani por sus contribuciones a la educación financiera, ahora devenido en patrocinante de inversores en desgracia. La vida te da sorpresas…

De promotor a detractor, en su nuevo rol Figueroa consideró que la conducta de Bacchiani bien podría encuadrarse en la figura de fraude procesal.

Podría plantearlo él mismo o cualquiera de las partes, pero también, de oficio, el propio Juzgado al que el “trader” y sus colaboradores han colocado en situación tan bochornosa.

El miércoles de la semana pasada, inmediatamente después de hacer estallar la noticia bomba de que su cliente había mostrado casi 60 millones de dólares virtuales, Retamozo insistió en la necesidad de que se le concediera la prisión domiciliaria para que comience a pagar, avalado por contrapartes que vienen haciéndole el caldo gordo desde que empezó el sainete. “Todo a bitcoin, y long-short, long-short”, explicaba Bacchiani la estrategia de “trading” a su clientela antes de caer preso.

“Long”, gritaba después Retamozo en el expediente; “short”, le respondía el otro invariable.

Dados los desatinos precedentes en la saga, sería una audacia concluir que el papelón de ayer fue el colmo. Es cada vez más claro, sin embargo, quiénes se están burlando de la fe pública y direccionan rabias, y quiénes han estado consintiéndolos.

Fuente: El Ancasti