El síndico del concurso de acreedores concluyó que Servin Life sólo puede pagar el 40% de la deuda real.
La Unión Argentina de Salud está en alerta y ya pidió un informe sobre la situación de todas las prepagas del país.
Los afiliados de la deudora no tienen garantizada su incorporación a otra prepaga y hay silencio del Gobierno.
La noticia del cierre de una prepaga en el actual escenario convulsionado de la medicina privada genera preocupación tanto en el sector como entre los afiliados. Sobre todo, los afiliados de las prepagas chicas como la que acaba de pedir la quiebra, Servin Life S.A., que abundan en el país y su solvencia económica es una incógnita.
Como informó el último sábado, luego de una agonía de un año y medio, el apoderado de Servin Life envió el viernes a la Justicia el pedido de quiebra al no poder afrontar las deudas con los acreedores. La empresa se había presentado en concurso preventivo a fines de octubre de 2022 y ahora ese proceso está arribando a su fin.
La última oferta que presentó la prepaga al síndico (designado por el juez para administrar el concurso) fue pagarles a sus acreedores una parte de la deuda contraída, según surge del documento firmado el 13 de mayo pasado, al que tuvo acceso Clarín. La explicación es vertida allí por escrito por el sindico Leonardo Wolf.
Habla del “pago del 60 por ciento de los créditos verificados y/o declarados admisibles” y que “el capital será cancelado en doce cuotas mensuales iguales y consecutivas y en la decimotercera cuota se pagarán los intereses calculados a la tasa activa del Banco de La Nación Argentina, los cuales se aplicarán desde la fecha de presentación en concurso preventivo, esto es el 31/10/2022”.
Servin Life también propuso “una espera de un año a contar desde la homologación del acuerdo” para comenzar a pagar su deuda. En base a la oferta, Wolf determinó el valor actual de los créditos en función de la nueva propuesta de la empresa, tomando como base y como ejemplo un crédito con valor nominal de 1.000 pesos.
Tras una serie de cálculos que toman en cuenta la tasa de interés mencionada, la inflación acumulada y la estimación de la futura, llega a la conclusión: “Se arriba en el caso bajo análisis al resultado de que por cada 1.000 pesos de crédito verificado y/o declarado admisible, el acreedor ha de percibir a valor actual el importe de 393,62 pesos, es decir que cada acreedor ha de cobrar el 39,36 por ciento de su crédito”.
Según pudo saber Clarín, el juez tendría plazo hasta el 11 de junio para resolver la situación, aunque la empresa ya se adelantó y solicitó la quiebra, al tiempo que envió a sus afiliados correos electrónicos para avisar que ya no continuaría operando en el mercado. Según fuentes de la empresa, la prepaga llegó a tener en su mejor momento 2.800 afiliados y asegura que en los últimos meses perdió una parte importante de su cartera producto de la suba de las cuotas.
El problema que surge en este contexto es que la gente que se queda sin prepaga no tiene la garantía de poder ingresar a otra. Eso es así desde que el presidente Javier Milei firmó el DNU 70, cuyo artículo 267 derogó el inciso m) del artículo 5 de la Ley N° 26.682, que ordenaba a la autoridad de aplicación “transferir en caso de quiebra, cierre o cesación de actividades de los sujetos comprendidos en el artículo 1º de la presente ley la cobertura de salud con sus afiliados a otros prestadores inscriptos en el Registro que cuenten con similar modalidad de cobertura de salud y cuota”.
Clarín consultó a la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS) para saber cómo podría resolverse la situación de los afiliados que se queden sin su cobertura. Según admitió Servin Life, entre sus clientes hay muchos adultos mayores y gente con discapacidades. a los que les sería muy difícil ser aceptados voluntariamente por otra prepaga. Hasta el cierre de esta nota no hubo una respuesta oficial.
Antes del decreto 70, el mecanismo previsto por la ley era que la SSS buscara la forma de reubicar a la gente que se quedaba sin prepaga en otras prepagas. La desregulación del sector a la que apunta el nuevo Gobierno -que ya tuvo su capítulo conflictivo tras la liberación de los precios de las cuotas- ha cerrado ese paraguas de contención que otorgaba cierto amparo a los afiliados.
Alerta del sector por el caso de Servin Life
El caso de Servin Life S.A puso en alerta a la Unión Argentina de Salud (UAS). Su nuevo presidente, Hugo Magonza, le dijo a Clarín: “El cierre de otras prepagas chicas puede repetirse. Ayer -por el sábado- mandé pedir que recojan del mercado país todas las anomalías que ya se ven en los últimos años”, algo que evidentemente nadie hizo hasta aquí para prevenir este tipo de situaciones.
No son pocos los que creen que la tendencia del mercado sería que sean pocas y las de mayor espalda económica las prepagas que puedan sobrevivir a la crisis del sistema de salud. En la SSS hay una lista de 600 empresas inscriptas (la mayoría pequeñas compañías), aunque no está claro si todas continúan activas al día de hoy.
Magonza explicó por qué considera “obvio” -según sus palabras- que pueda ocurrir un ‘efecto contagio’ a partir del caso de Servin Life: “En economía de primero te enseñan que al costo de cualquier operación se le suma un elemento compensador que se llama premio al riesgo y luego la utilidad medida contra una tasa de corte de una inversión alternativa. La suma de los tres tiene que ser atractiva para un empresario. En Salud es mucho peor porque la plata se entierra y no se recupera. Es como una cáscara de nuez flotando a la deriva en medio de la tormenta perfecta. La única pregunta es: ¿cómo no la ven?”.
La realidad financiera de las empresas de medicina prepaga es heterogénea. Eso quedó en evidencia en la audiencia que 41 prepagas mantuvieron con el juez Juan Rafael Stinco el lunes pasado, para consensuar una forma de devolución de lo cobrado por encima de la inflación en los últimos meses. Allí, justamente, una de las variables barajadas como delicadas para cerrar el acuerdo fue que lo que se firmara debía ser viable no tanto para las empresas grandes, sino para las chicas.
“¿Servin Life? ¿Quién la conoce?”, fue una de las reacciones más comunes entre el público cuando este fin de semana circuló la novedad de su inminente quiebra. Ese desconocimiento sobre la existencia de decenas de prepagas pequeñas que sobreviven en el país pone en evidencia la creciente fragilidad de un sistema que suma costos y reduce afiliados: un juego de tijeras que, como suele ocurrir en las crisis, empieza a cortar el hilo por lo más delgado.