
Es una escena bastante macabra. Una nueva investigación ha publicado que las abejas, específicamente las obreras macho, los zánganos, están sufriendo una muerte horrible y bastante inusual durante las fuertes olas de calor. Tal y como observaron los científicos, docenas de zánganos aparecían muertos en el suelo como si literalmente hubieran explotado de adentro hacia afuera.
¿El motivo? El aumento de las temperaturas resultante del cambio climático que, a causa de ese calor excesivo, obliga a estas abejas a a eyacular hasta la muerte, con un «equivalente de pene interno» del mismo tamaño que el de la abeja saliendo del propio abdomen del insecto. Es una consecuencia de la conmoción de la cercanía de la muerte por calor: convulsionan y eyaculan espontáneamente hasta morir.
«Cuando los zánganos mueren por conmoción, eyaculan espontáneamente», explica Alison McAfee, becaria postdoctoral en los Laboratorios Michael Smith de la Universidad de Columbia Británica. «Tienen este endófalo elaborado que sale hacia afuera y es del tamaño de su propio abdomen. Es bastante extremo».
En medio de la ola de calor del verano de 2021 la apicultora de Armstrong, Emily Huxter comenzó a observar docenas de zánganos muertos en el suelo. Tomó fotos y las envió por correo electrónico a la investigadora McAfee, quien se puso en contacto con otros apicultores de Columbia Británica que estaban presenciando la misma mortandad masiva de zánganos, lo que generó preocupaciones reales sobre la supervivencia de las colonias.
Imperativo: Hay que mantener frescas a las abejas
El aumento de las temperaturas causado por el cambio climático requerirá que las especies se adapten para sobrevivir, pero dado el panorama que ya estamos observando, las abejas melíferas necesitan un poco de ayuda de los cuidadores para resistir el golpe de calor.
Los expertos exponen que una simple cubierta de poliestireno sobre las colmenas, podría ayudar a enfriarlas durante las olas de calor y podría evitar que los enjambres de zánganos acaben en una muerte tan dramática, como si «hubieran explotado literalmente de adentro hacia afuera». De esta manera, no solo salvaríamos a las abejas, también a su vez, aumentaría la producción de miel.
Los investigadores probaron cubiertas de poliestireno de unos 5 centímetros en seis colmenas y otras seis sin cubrir como colmenas de control. Descubrieron que las colmenas cubiertas estaban casi cuatro grados centígrados (3,75 ºC) más frías que las colmenas de control. La espuma de poliestireno actuó como un estabilizador: los mínimos nocturnos y los máximos diurnos fueron menos extremos.