El Central apuntaló la política cambiaria sumando divisas para fortalecer sus reservas.
Le espera un segundo semestre con compromisos de pago multimillonarios, como el swap chino, en una Argentina sin crédito externo.
Fueron el orgullo del Gobierno y de los mercados en el primer trimestre de este año, pero en estos días algo está cambiando.
Las compras de dólares del Banco Central constituyeron una de las bases para apuntalar la política cambiaria y el camino hacia la estabilización de los precios que, a su vez, se apoyó en un dólar que fue ancla de la inflación.
Una ley no escrita, pero cíclica y pragmáticamente comprobada, de los mercados es que la tranquilidad cambiaria se consolida solo cuando el Banco Central compra divisas para fortalecer sus reservas apuntando a cumplir los compromisos de pago del año en una economía sin crédito externo.
Durante el primer trimestre el resultado fue de manual: los exportadores liquidaron divisas, el Central compró la mayoría y las reservas netas que había arrancado el 10 de diciembre en el campo negativo en US$11.180 millones subieron hasta el rango de los US$1.500 millones aunque manteniéndose en el plano negativo.
La decisión del gobierno de priorizar una reducción rápida de la inflación se apoyó también en el dólar “blend” que ahora aparece como responsable de que el superávit comercial que se viene generando mes a mes no se traduzca en un superávit “real de caja”.
El blend por el que los exportadores liquidan el 80% de sus operaciones al dólar mayorista ($897,50) y el 20% por el contado con liquidación $1.313 fue determinante para aumentar la oferta de divisas en el mercado libre y hacer bajar la brecha cambiaria pero está haciéndole pagar un costo a las reservas del Central que vuelven a estar en mira.
La Fundación Capital que dirige Carlos Pérez, confeccionó un cuadro con “Las reservas en la era Caputo” en base al concepto de “Liquidez de las reservas” equivalente al poder de fuego cambiario del gobierno para enfrentar las necesidades de dólares que se vienen.
Según esos cálculos, el gobierno arrancó en diciembre con un nivel de liquidez de US$1.103 millones y logró un pico el 27 de marzo, cuando marcaron US$ 8.752 millones.
A partir de ahí, los mayores pagos y el ritmo de las liquidaciones habrían empezado a anticipar los resultados cambiarios más moderados propios del segundo semestre que, este año tiene como prueba a cruzar la refinanciación o pago de la utilización del swap del Banco Central de China que había obtenido el ex ministro Sergio Massa y que debe cancelarse entre fines de junio y julio.
La palabra oficial sobre el swap, hasta ahora, estuvo a cargo del presidente del Banco Central, Santiago Bausili, que dijo que sí se pagaría, cuando la periodista de Clarín, María Laura Avignolo, le preguntó durante su estadía en París junto a la canciller, Diana Mondino.
De producirse el pago de esos cerca de US$5.000 millones del swap, las reservas lo sentirán, además, porque en julio el Tesoro debe pagar unos US$2.700 millones por los bonos globales de legislación nacional (AL30/GL30) de la reprogramación que realizó el ex ministro Martín Guzmán.
El panorama se aliviaría si China acepta la refinanciación de la utilización del swap y el Fondo Monetario, como lo viene haciendo, adelanta al Gobierno los fondos de los vencimientos, pero seguirán las dudas respecto a que el ministro Luis Caputo pueda cumplir con la meta de acumular US$10.000 millones adicionales en las reservas.
Los casi US$5.000 millones de vencimientos por el pago de capital e intereses de los bonos globales (AL30/GD30) en enero son un tema a mirar, aunque en los mercados crecen las versiones sobre alguna salida ligada a la ingeniería financiera.
La mirada sobre las compras y el nivel de reservas del Central se suma a las presiones sobre el esquema cambiario basado en un aumento mensual del 2% del dólar oficial que en la semana tuvo su reflejo más claro en el pronóstico del Gustavo Idígoras, presidente de la cámara aceitera: “la soja va a desaparecer” y “vamos al fracaso de la industria aceitera”.
La base de esa previsión es que con retenciones de 35% y dólar creciendo al 2% mensual frente a una inflación mayor, la rentabilidad de esa industria está en peligro. ¿Pide devaluar?.
Como otras tantas veces en la historia argentina reciente, los empresarios que exportan piden un tipo de cambio mejor y se escudan negando pedir una devaluación, pero sí una reducción de impuestos. El gobierno la promete, pero la viabilidad de esa baja no aparece en el horizonte cercano.
Tanto el Presidente Javier Milei como el ministro Luis Caputo insisten en que el esquema cambiario del 2% mensual llegó para quedarse apuntalando la baja de la inflación aún a riesgo de ser considerados responsables de otro episodio de atraso cambiario en la historia argentina.
Entre enero enero y mayo la inflación promedio, dice Fundación Capital, resultó11,8% mensual e “implicó una baja del tipo de cambio real multilateral del 26% desde enero”.
De esa forma, el tipo de cambio, “si bien continúa 14,9% por encima de del nivel de noviembre previo” a la devaluación “, se ubica 7,5% por debajo de la salida del cepo de 2015/2016”.
El segundo trimestre recrea la necesidad de seguir de cerca las compras del Central y la estabilidad cambiaria que tan buenos resultados le dieron al gobierno en el arranque del año.