Nicolás Maduro amagó con adelantar la Navidad: una tradición chavista Crédito: Europa Press
Daniel Lozano

16 de octubre de 2020  • 04:14

Nicolás Maduro amagó ayer con adelantar la Navidad, toda una tradición en el chavismo. Desde primeras horas de la tarde, el canal público advirtió que se avecinaba la sorpresa, no tanto por el hecho, como por la fecha. «Presidente constitucional de Venezuela lidera jornada por inicio de la Navidad 2020», advirtieron las redes sociales de Venezolana de Televisión. Finalmente el «hijo de Chávez»se conformó con anunciar medidas para intentar solucionar los fracasos logísticos de los años anteriores.

«Estamos estudiando un plan especial para la economía y la familia, así como la autorización en su momento de una flexibilización general vigilada en la que puedan incluirse otros sectores económicos, como jugueterías, piñaterías y licorerías», avanzó el «conductor de victorias».

Son iniciativas con las que el gobierno pretende reimpulsar el comercio nacional, devastado por la acción estatal. El «presidente pueblo» prometió a la ciudadanía que este año sí disfrutarían del «combo hallaquero» (las hallacas son tamales tradicionales rellenos de varias carnes) y el famoso pernil de cerdo, pese a que desde 2015 ha fracasado en su distribución. En los dos últimos años Maduro acusó a Portugal y al imperio de bloquear la llegada de la pierna asada, forzando incluso un rifirrafe diplomático con el gobierno socialista de Lisboa.

En otra de sus estrategias prenavideñas, Maduro anunció que ya ha aprobado los recursos para la compra de 10 millones de juguetes. «Vamos a garantizarles a los niños y niñas en esta Navidad y en plena pandemia sus regalos», prometió el dirigente. En anteriores ocasiones, el reparto de estos juguetes a través de las famosas redes del CLAP (comida subvencionada) provocó las críticas por su mala calidad.

En esta ocasión, el gobierno revolucionario aplicará la exoneración de los impuestos para importar, una operación similar a la que se realiza con alimentos y productos que se venden en los bodegones a precio dolarizado.

Desde el 1 de diciembre también se pretende reabrir espacios turísticos cerrados actualmente por la pandemia y activar las fiestas en sitios abiertos y «protocolos de bioseguridad».

El amago de pistoletazo de salida para las fiestas indignó a un país que ya vio cómo Maduro adelantó las fiestas el año pasado desde el 23 de noviembre de 2018 al 1 de noviembre. A la postre, resultaron una de las Navidades más tristes de la historia venezolana, con la excepción de la burbuja de Caracas: una zona privilegiada en la capital donde los dólares corren a toda velocidad.

Las «Navidades felices» de Maduro son herederas directas de la «Chavidad» inventada por Hugo Chávez al final de su mandato. Un montaje del aparato ideológico que busca apaciguar los ánimos nacionales en medio del desabastecimiento agudo de gasolina, los constantes cortes eléctricos, la falta endémica de gas para cocinar y la «sequía» por el pésimo servicio de agua corriente, que falla en el 90% de los hogares venezolanos.

Este año, además, Maduro pretende animar el voto de cara a los comicios parlamentarios del 6 de diciembre, desconocidos por la mayoría de las democracias occidentales y regionales, con la única excepción regional de la Argentina. «Mientras un dictador desconectado de la realidad pretende abstraer al país de la emergencia que generó decretando un inicio de la Navidad, al menos 30 sectores en Aragua están afectados no sólo por un desastre natural, también por el abandono de un régimen sin respuestas», protestó Juan Guaidó, presidente encargado.

«Maduro enciende la Cruz del Ávila, promete juguetes para Navidad y la vacuna rusa para todos. Juega a que la vida es normal en Venezuela. Es un farsante con carnet», criticó el escritor Leonardo Padrón, uno de los observadores más punzantes de la realidad criolla.