Se estrena ‘Los vigilantes’, un misterioso thriller de terror con el sello de la familia Shyamalan, que llega solo unos meses antes que ‘Trap’ de M. Night Shyamalan. Esta es una adaptación de la novela homónima de A.M. Shine, y está dirigida por su hija, Ishana, que debuta en la realización de largometrajes tras haber cogido callo en varios episodios de la serie ‘Servant’, que ha ido cogiendo cierto culto y ha lanzado a la joven realizadora que, si bien no alcanza a su progenitor, sí que muestra parte de su talento.
La trama versa sobre una joven queda varada en un extenso bosque en algún lugar del oeste de Irlanda, donde, tras encontrar el camino a un refugio, queda atrapada junto a tres extraños, acechados cada noche por misteriosas criaturas. Sin saber lo que quieren de ellos, el desarrollo tiene Dakota Fanning interactuando con Georgina Campbell, Oliver Finnegan y Olwen Fouere en una especie de versión comprimida de la serie ‘From’, que a su vez se parece bastante a la producción de Shyamalan ‘Wayward Pines’.
Mucho texto, pero buenos giros
Lo mejor y lo peor del debut de Ishana N. Shyamalan es que comprime material para tres temporadas de estas series en solo 100 minutos, lo que da lugar a una sobreexposición constante a través de libros, recuerdos de personajes, cajas con fotos, cajas con pergaminos, vídeos antiguos, secretos y más secretos escondidos que hacen su guion una sobredosis de letra e información. Pero por otro lado, en comparación con los cliffhangers y eternos secretos de esas series interminables, al menos sales del cine con respuestas.
No solo eso, sino que su combo final de giros de bolsilibro de aeropuerto funciona cuando parece que no hay ningún recodo para continuar la historia. Algo hace para que sus sorpresas logren acabar cogiendo desprevenido al espectador. Quizá porque es un batido sin vergüenza de todos los mystery box de bosque posibles, desde ‘El bosque de los suicidios’ hasta ‘El bosque’ y ‘Llaman a la puerta’. Hay un greatets hits de Shymalan padre que parece una caricatura de su fórmula, con música genérica de thriller y aires solemnes hoy algo ridículos.
El terror se aplica atronando y mientras el ritmo avanza sin pausa, dejando un digno producto de viernes noche con su cinturón de seguridad PG-13 y claves de público young adult aderezadas por su reparto. La dirección de Shyamalan jr es competente, pero arrastra muchos vicios de primera película, así como de la escuela de la familia, aunque quizá el mayor lastre es su incapacidad de contar visualmente, sin que los personajes no lean o cuenten toneladas de explicaciones en capas una encima de otra.
Un cocido de leyendas irlandesas y ‘Perdidos’
En ‘Los vigilantes’ no todo funciona y la referencialidad al rojo vivo pasa factura, pero sus desmanes narrativos van siempre al grano, se mueven hacia adelante y economizan el planteamiento de cada «episodio» dentro de cada acto. Puede llegar a agotar, pero nunca se recrea y todo lo explicado acaba contando al final. Entre disparates y subtramas implausibles, sabe atender al trasfondo de su protagonista, una estupenda Fanning, y perpetúa algunas ideas del reflejo y la dualidad de forma constante, con algunos detalles visuales no muy comunes en el blockbuster de usar y tirar.
Manteniendo sus enigmas hasta el final, con bastantes fugas al terror o la scifi, a veces abusa de las reglas y flirtea con la tendencia de terror de «no hacer cosas» a lo ‘Un lugar tranquilo’ o ‘A ciegas’, pero pronto se deja seducir por la alegoría y las leyendas irlandesas, haciendo una ensalada de referentes para su criatura, partiendo de la creencia en las hadas y sus clásicos esqueletos fósiles (uno parece el de cierto episodio de ‘Los Simpson’).
Su combinación de mitología incluye el banshee o el intercambio, pese a ser una producción de Estados Unidos penetra mucho en el folklore de la isla y rima bien con películas como ‘La otra hija’, ‘The Hallow’, ‘Bosque maldito’ la fantástica ‘You are not my Mother’, aunque en ocasiones busca al Guillermo del Toro más trascendente y empático. De cualquier manera, ‘Los vigilantes’ es una aproximación diferente a los terrores folk, poseída por el espíritu devorapáginas de la literatura, aunque sea tan entretenida como torpe y atropellada.
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