La marca que se vende como “federal” e inclusiva en la ficción publicitaria acuna en sus entrañas oscuros episodios protagonizados por su dueño, Orlando Canido, bien conocido entre los movimientos campesinos del norte del país por sus incursiones violentas en terrenos que pertenecen secularmente a comunidades originarias, para apropiarse de ellas ilegalmente y — en muchos casos— con el apoyo de grupos paramilitares fuertemente armados.
Los ejemplos huelgan. Corría el año 2016 y el “terrateniente” dueño de Manaos fue acusado de atacar con armas de fuego a campesinos del paraje Bajo Hondo: Tres camionetas ingresaron a un lote con quince hombres armados en su interior que quemaron ranchos, mataron animales, envenenaron el único pozo de agua y hasta hirieron a un hombre integrante de la comunidad guaycurú. Todo con el solo objetivo de desalojarlos de su lugar nativo por la fuerza e ilegalmente con ánimos de explotación.
Desmonte y plantación de soja en territorios fiscales y de comunidades originarias contrastan con la imagen inclusiva de la bebida gaseosa del magnate de la tierra que durante muchos años vendió soda y que aún maldice el nombre de su producto: Le puso Manaos para vengarse de un exsocio que lo apartó de un emprendimiento llamado Sao. “Le hubiera puesto ‘El Pampero’ o ‘Las Cataratas’, pero Manaos también sonaba brasileña”, confesó a la revista económica Apertura.
Según Ángel Strapazzón, reconocido dirigente del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, Canido es reconocido por su expansión violenta en el campo santiagueño. “Tiene conflictos en Sacháyoj, Palma Sola, con los wichis y qom en Chaco, en Huachana, allí cayó con un socio, en Campo Gallo, en Lote 5”, aseguró en declaraciones periodísticas para rematar con una sentencia que lo define: “No tiene límites, no le importa nada, ni mujeres ni niños”.
La frase inclusiva del “vamos Manaos”, repetida hasta el hartazgo, se diluye en contraste con la realidad.
La que pretende ser presentada como la marca del “populismo” es fabricada, precisamente, por alguien denunciado permanentemente por sus abusos contra los sectores más débiles de la sociedad.
En el colmo de los extremos de la osadía del “pillaje empresario”, en octubre del año pasado, un megaoperativo de Fiscalía de Estado en los departamentos Moreno y Alberdi constató desmontes y usurpaciones ilegales en 19 mil hectáreas que la Provincia había adjudicado a colonos. Canido había tomado las tierras de forma ilegal para la producción de soja y —en la oportunidad— se lograron secuestrar topadoras y silobolsas con soja, en violación lisa y llana de la Ley de colonización de Santiago del Estero.
Abate, el titular del organismo interviniente, aseguró que fueron la firma Manaos, en sociedad con la chaqueña Lipsa, las que “arrasaron” con los 32 lotes (que representan la superficie indicada). La de Orlando Canido bien puede ser la crónica de un hombre violento y sin escrúpulos que se esconde detrás de Manaos, una marca que pretende redimirlo desde el aparato publicitario que la fomenta en los sectores más populosos: Justamente aquellos que mañana pueden caer en las garras de su voracidad. Fuente: nuevo diario