Dos meses después de la derrota a manos del kirchnerismo, Miguel Ángel Pichetto conserva el talante desafiante y polémico que mostró en la campaña electoral, siempre al lado de Mauricio Macri. De riguroso traje y corbata a pesar del calor de enero en Buenos Aires, el excandidato a vicepresidente centra sus críticas en el gobierno de Alberto Fernández, al que acusa de «clasista» por perjudicar con aumentos de impuestos a quienes no lo votaron y de hacer «pobrismo» en sintonía con el Episcopado, al que acusa de tener «una visión política».

El exsenador peronista también apunta a su antigua rival, la vicepresidenta Cristina Kirchner, cuya «gravitación» se nota, asegura, al no «calificar de dictadura» al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.

Convencido de que Macri va a continuar como líder de la oposición, Pichetto acepta que otros dirigentes de Juntos por el Cambio tengan ambiciones presidenciales, pero les pide «generosidad» y advierte que «limar a Macri hoy es autoinfligirse un daño». Anuncia que armará un partido y cree que Juntos por el Cambio debe ser de centroderecha. «Para izquierda ya están el Gobierno y Cristina», desafía, en un diálogo con LA NACION, en el que apuntó al exjefe de Gabinete Marcos Peña y al exministro de Economía Nicolás Dujovne.

-En la campaña decía que si ganaba Fernández, el país retrocedía. ¿Piensa hoy lo mismo?

-Las medidas que ha tomado el Gobierno no permiten visualizar un plan de mediano y largo plazo. Sí hay una preocupante construcción de algunas ideas con una cosmovisión clasista, una decisión de gravar fuertemente a los sectores medios, con una sobrecarga impositiva que impacta sobre un electorado que no ha votado al Frente de Todos.

-¿Guerra contra la clase media?

-No lo calificaría así. Fomentaron de una manera fenomenal el concepto de pobreza y lo llevaron al del hambre, una exageración para mí por parte del Episcopado.

-¿Apunta al estudio de la UCA?

-Ese índice muestra los intereses políticos que mueven a algunas entidades. La pobreza argentina es estructural, está entre 30 y 35%, a veces sube o baja.

-¿No la empeoró Macri?

-Puede haber habido, a partir de 2018, algunas variables que empeoraron, pero hubo épocas peores, en 2001 llegó al 40. El hambre famélica en la Argentina es una exageración.

-¿Sería falsear la realidad?

-Bueno, todo tiene que ver con la comunicación. Decían que Macri gobernaba para los ricos, y algunos ministros y encargados de la comunicación no dieron ese debate. Se subestimó el rol de los medios tradicionales y ganó la creencia de que el plan, la AUH, habían sido decisión de Cristina Fernández y de que Macri no tenía nada que ver.

-¿Fue una derrota mediática?

-No, hay un factor económico, pero no fue el único motivo. Los sectores más potentes de la economía, donde hay una visión capitalista y se produce para exportar, nos votaron. Hubo inconvenientes, las dos devaluaciones, la sequía, la pérdida del crédito privado, los requisitos del FMI, que fueron muy duros.

-Hoy piden dos años de plazo…

-Eso debería haberse negociado en la gestión de Dujovne, que no tuvo una actitud de flexibilidad frente al proceso político. El 40% votó esta propuesta, que está viva y ha demostrado ser una oposición importante. Se mantienen la unidad y el desafío es representar a los sectores productivos y no hacer pobrismo.

-¿Fernández está haciendo eso?

-El Gobierno ha definido en esta etapa quitarles a los que más tienen para darles a los que menos tienen, una buena construcción discursiva que tiene riesgos, como el malestar que se pueda incubar en la clase media, que permanentemente paga. El verdadero desafío del Gobierno es renegociar la deuda; si lo logra, después se verá su plan. Comparto que hay que evitar el default, irse del mundo es muy perjudicial.

-Conoce bien a Fernández. ¿Cómo lo ve en la Casa Rosada?

-El poder formal está en el Presidente. Sin descalificar a Santiago Cafiero, que es un joven interesante, Fernández es presidente y jefe de Gabinete. Pero el desarrollo del Gobierno está mostrando una fuerte gravitación de la vicepresidenta.

-¿Dónde lo nota?

-En la política exterior, sobre todo al no calificar de dictadura lo que ocurre en Venezuela. Están jugando una y una, la Argentina tiene que clarificar cuál va a ser su línea, aunque Felipe [Solá] tiene una visión menos ideológica, más de centro y realista. Si la relación es con Venezuela, conectada con Irán, Cuba y Nicaragua, con Evo Morales haciendo política acá, y el Mercosur va por otro lado, estamos complicados.

-Habló de unidad opositora. Pero hay críticos y dialoguistas…

-Estamos en el inicio de un gobierno, no darle los instrumentos que necesita no es muy inteligente. Hay que construir una oposición responsable, que critique sin obstruir, como hicieron ellos con Macri.

-¿Macri asume ese liderazgo?

-La figura de Macri es importante, diría de gran centralidad. La construcción de un liderazgo no es fácil y su sustitución, tampoco. Hay que escuchar también a los gobernadores radicales y a la nueva presidenta de Pro (Patricia Bullrich). Ya llegará el momento en 2023 de perfilar las candidaturas; hoy, limar y debilitar a Macri implica autoinfligirse un daño en la coalición.

-¿No colaboró Juntos por el Cambio con la grieta?

-Sí, claro, esa construcción fue equivocada, igual que la política social. Además, construir únicamente en las redes sociales, en una mirada de modernidad que aún no había llegado a la Argentina, fue un error.

-¿Qué hará ahora?

-Política, hasta que me muera.

-¿En dónde?

-En Juntos por el Cambio, desde el armado de un partido que va a confluir en la coalición, pero con mis visiones e ideas desde una centroderecha no vergonzante. Para centroizquierda y progresistas ya están el Gobierno y Cristina.

-Se van a enojar los radicales…

-La UCR expresará otra visión, se dirimirá en el debate político. Aspiro a representar a muchos que callan, pero que cuando digo que hay que cuidar el esquema migratorio, no aceptar delincuentes y priorizar la seguridad, se ven reflejados.

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