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Narda, el repartidor y la estupidez

Escucho a Narda Lepes decir: “Me parece una estupidez hacer que alguien pedalee rápido 15 kilómetros para vos comerte dos empanadas” y a un repartidor replicarle: “Gracias a que alguien pide dos empanadas, nosotros logramos tener una fuente de ingresos”. A pesar de tratarse en apariencia de una controversia, extrañamente, estoy de acuerdo con ambos.

En enero de 2021, había 383 plataformas de reparto en el mundo. Dos años después, según Crunchbase, el número había crecido un 280%. En muy poco tiempo, todas las ciudades del mundo se llenaron de repartidores. Las de Argentina no fueron una excepción.

La economía de plataformas es un fenómeno que engloba a la actividad de reparto y plantea una nueva manera de producir y consumir a través de Internet. La novedad llega con no pocos interrogantes. ¿Cuál es el estatuto laboral de los trabajadores de reparto? ¿Son asalariados, autónomos o emprendedores? ¿Quién sería el empleador? ¿Cuáles es el modelo del control laboral a través de un algoritmo?

En nuestro país, los repartidores de aplicaciones móviles están inscriptos en el régimen simplificado para pequeños contribuyentes, el monotributo. De esta manera, acceden a un mínimo de cobertura, pero no a los componentes importantes del régimen de protección social que rige para los asalariados registrados (como la licencia por enfermedad, vacaciones y la cobertura por accidentes de trabajo).

En esta entrevista realizada por Diego Genoud para elDiarioARr , Didier Bolsh -repartidor de aplicación- lo plantea de manera clara: “La supuesta libertad de elegir horarios, como se presenta muchas veces en las empresas para justificar que no estamos reconocidos como trabajadores de ellas, se transforma realmente en una necesidad de trabajar ocho o diez horas justamente por las condiciones de trabajo, por los pagos, por la situación del país”.

Si para cubrir la canasta básica de alimentos un repartidor debe trabajar entre 8 y 10 horas por día, ¿es real el argumento de que su libertad para elegir cuando trabajar le confiere independencia en su relación laboral?

Quién es quién en este mundo laboral. Veamos algunos datos. El trabajo en las plataformas digitales de reparto en Argentina, informe elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) concluye que el 24% de los trabajadores de plataformas de reparto son argentinos y el 76% migrantes. El 64% tiene menos de 30 años y el 87% son hombres. El 50% de los trabajadores migrantes poseen título universitario. A pesar de tratarse de una población mayoritariamente soltera, solo el 20,3 por ciento de los trabajadores vive solo, mientras que el 53,5 por ciento convive con al menos otras dos personas. El 65% de los trabajadores alcanza una antigüedad máxima de 6 meses en la actividad mientras que solo el 14% lleva más de un año. Esto último refleja la alta rotación que presenta la actividad (debido, sobre todo, al desgaste que supone el esfuerzo diario). En el 50% de los casos, la inserción laboral en esta actividad está motivada por la imposibilidad de encontrar otro empleo.

El mismo informe señala que para los migrantes trabajar en el sector de la entrega basada en aplicaciones surge como una opción debido a la falta de otros trabajos disponibles correspondientes a su educación, las bajas barreras de entrada y la facilidad de acceso a este sector, así como la discriminación en el acceso a trabajos en otros lugares. Ser repartidor y migrante representa una doble vulnerabilidad en un trabajo que ya trae consigo claros perjuicios. Sin embargo, para muchos ha sido la mejor (o única) opción.

El vertiginoso avance de la tecnología y su influencia en el trabajo hace que el marco laboral evolucione a diferentes velocidades en distintas partes del mundo. En Inglaterra, por ejemplo, UBER mantiene con sus conductores una relación laboral que incluye un salario mínimo garantizado, vacaciones pagas y jubilación. En nuestro país, sin embargo, hasta que no se dicte una norma específica, la última palabra sobre la condición laboral de los repartidores la tienen los jueces al fallar sobre cada caso concreto que se les presente.

En los próximos días, con motivo de las campañas que iniciarán los candidatos que competirán en las elecciones de Octubre, reaparecerá, como en cada elección, el debate sobre la tan mentada reforma laboral. Por un lado escucharemos a quienes abogan por flexibilizar las condiciones apoyándose en su necesaria adaptación a los nuevos tiempos que impone la evolución tecnológica. Por el otro, a quienes harán una férrea defensa de los derechos adquiridos y plantearán la incorporación de nuevos. Un desacuerdo esperable: de un lado el capital, del otro el trabajo… formal.

En el medio de esa discusión, hay una amplia zona gris por la que transitan miles de personas de día y de noche, con lluvia, con viento, con frío, con calor. Personas que pedalean, además de para repartir empanadas, para intentar averiguar cómo subsistirán el día que no puedan salir a la calle por un resfrío o la rotura de su vehículo.

Volviendo a la (aparente) controversia inicial, está claro que a Narda lo que le parece una estupidez no es que alguien pedalee 15 kilómetros sino que lo haga en las condiciones de vulnerabilidad y precariedad en las que lo hace.

MS