Inicio Nacionales y Mundo Potencia, ínfulas y provocación: las películas que compiten por la Palma de...

Potencia, ínfulas y provocación: las películas que compiten por la Palma de Oro

Desde el ascenso de Donald Trump hasta la vida del poeta y político ruso Eduard Limónov, pasando por las desventuras del capo de un cartel mexicano que transiciona a mujer o el cambiante último cuarto de siglo en China visto desde una perspectiva femenina, las películas que compiten por la Palma de Oro, máximo premio de Cannes, tienen no solo el sello de los autores y autoras que las dirigieron sino una potencia, unas ínfulas y una capacidad de provocación que generan esas controversias que tanto gustan en y alimentan al festival más importante del mundo.

Vistos ya 16 de los 22 films que participan en la Competencia Oficial, casi no hubo propuestas modestas, ascéticas ni contemplativas. El equipo que dirige Thierry Frémaux busca siempre a los grandes apellidos del cine contemporáneo, pero prioriza su selección si además llegan con proyectos grandes, de extensa duración, protagonizadas en su mayoría por mujeres, con elencos cargados de figuras y en lo posible hablados en inglés (aunque provengan de otras regiones). Esta tendencia consolida a los directores consagrados, que suelen aceptar y buscar esas condiciones, pero relega a instancias menores o directamente a las secciones paralelas a los realizadores más jóvenes o aquellos que apuestan por un cine más independiente, austero, delicado y frágil.

El jurado presidido por Greta Gerwig e integrado también por Ebru Ceylan, Lily Gladstone, Eva Green, Nadine Labaki, Juan Antonio Bayona, Pierfrancesco Favino, Kore-Eda Hirokazu y Omar Sy tendrá la difícil e intrincada misión de iluminar con su palmarés ciertas zonas de una Competencia pletórica de historias extremas y con polémicas miradas sobre el mundo. Más allá de “Megalopolis”, la monumental película de Francis Ford Coppola ya comentada en esta cobertura, la principal sección de esta 77ª edición estuvo pletórica de films de alto impacto.

“The Apprentice”, de Ali Abbasi

 Nacido en Irán y radicado en Dinamarca, el director de “Border: Sentí algo hermoso” y “Holy Spider” filmó la historia de un joven Donald Trump (Sebastian Stan) que, con la ayuda de su mentor, el lobbysta de derecha Roy Cohn (Jeremy Strong, el Kendall Roy de “Succession”), se convirtió en multimillonario gracias a audaces y polémicas inversiones inmobiliarias. La película, que arranca en 1973, cuando tenía 27 años, intenta desentrañar con espíritu satírico y suerte diversa los misterios de esa figura que luego se convertiría en nada menos que presidente de la Nación y generó una violenta respuesta del equipo de abogados de Trump, que la acusó de “pura basura” y “difamación maliciosa”, sobre todo por una escena de violación a su esposa Ivana (Maria Bakalova) que, como todo en el film, se muestra sin maquilajes, filtros ni medias tintas, llamando a todo por su nombre.

“Emilia Pérez”, de Jacques Audiard

 Ganador de la Palma de Oro por “Dheepan” en 2015, el director de “Lee mis labios”, “El latido de mi corazón”, “Un profeta” y “Metal y hueso” rodó en México un audaz y extraño film con algo del cine de Carlos Reygadas y Michel Franco mezclado con el de Pedro Almodóvar, el de Jacques Demy y un final a puro western. Manitas del Monte es el líder de un cartel que viene arrasando con sus rivales por gozar además de los apoyos políticos necesarios, pero no quiere ser el narco de curtido rostro varonil sino una mujer y por eso ya empezado hace dos años el proceso hormonal previo a la operación para el cambio de sexo. Para llevar adelante esa transición, contacta a Rita Moro Castro (Zoe Saldaña), una abogada tan talentosa como desperdiciada por sus jefes, para que se ocupe de todos los detalles (ya en los primeros minutos del film viajará a Bangkok, Tel Aviv y Lausana). Y, sí, Manitas se convertirá en Emilia Pérez (notable trabajo de Karla Sofía Gascón), quien luego abrirá una ONG para ayudar a las víctimas de la guerra del narcotráfico. Un cambio radical en todo el espectro y los sentidos posibles. Selena Gómez y Edgar Ramírez completan el elenco principal de un largometraje que combina vistosos musicales callejeros con escenas de extrema violencia.

“Limónov: The Ballad”, de Kirill Serebrennikov

 El realizador de “Leto” (2018) y “Petrov’s Flu” (2021) narra la historia de Eduard Limónov (1943-2020), quien –como sostiene el subtítulo del libro del francés Emmanuel Carrère en el que este film está basado– fue “un poeta radical soviético que se convirtió en un vagabundo en Nueva York, una sensación en Francia y un antihéroe político en Rusia”. 

El film encuentra sus mejores momentos, su corazón, en la descripción del período que el poeta (por entonces desconocido y sin un centavo, en plan Charles Bukowski y la Generación Beat) pasó en Nueva York entre 1974 y 1982. En el terreno visual también es la década más lograda, ya que el personaje de Limónov (imponente interpretación de Ben Whishaw) se fusiona con locaciones reconstruidas en estudios e imágenes de archivo de la época en las zonas más densas y turbias de Manhattan. El look, claro, es siempre analógico y muy granulado. Luego llegaría su radicación en París, donde publicó decenas de libros y se convirtió en una celebridad, y su regreso a Rusia tras la Glásnot y la Perestroika, donde formó partidos extremistas que lo convirtieron en una figura muy incómoda y le valieron un par de años en una prisión de Siberia acusado de terrorismo. La decisión de filmar toda la película en inglés (eso sí, con acento ruso) es bastante molesta, sobre todo al inicio. Como compensación, Serebrennikov regala unos cuantos pasajes de enorme intensidad con el viejo axioma de sexo, drogas y rocanrol (hay versiones de clásicos de Lou Reed solista, de la Velvet Underground y Tom Waits, entre otros). Por supuesto, la película resulta en muchos pasajes caprichosa, en otros algo complaciente o incompleta, pero jamás deja de fascinar con la rebeldía de su espíritu punk.

“Kinds of Kindness” (“Tipos de gentileza”), de Yorgos Lanthimos

Luego del éxito masivo y los premios de las más “accesibles” “La favorita” y “Pobres criaturas”, el director presentó en Cannes un tríptico (tres historias independientes de casi una hora cada una con los mismos intérpretes en diferentes papeles), algo de las distopías de “Black Mirror” y cierta esencia de sus primeros trabajos griegos. Que Lanthimos es un virtuoso para la puesta en escena (visualmente su nuevo film es deslumbrante), que le gusta la deformidad, la excentricidad, la crueldad, la perversión, la provocación, que tiene una mirada desencantada y misantrópica de la sociedad contemporánea y del ser humano es algo ya sabido, pero en “Tipos de gentileza” el capricho y la arbitrariedad están llevados a extremos ya dignos de la sátira. Y, entonces, surge el peor de los pecados en este tipo de apuestas: las mini películas no son divertidas y –dentro de una propuesta elíptica, inasible y desconcertante en general– la última es muy aburrida. 

Con intérpretes que parece se van consolidando como fetiches o clan de Lanthimos (repiten Emma Stone y Willem Dafoe, quienes con Jesse Plemons y Margaret Qualley volverán para futuros proyectos ya en marcha o anunciados del director), Tipos de gentileza propone tres historias con Abortos, manipulaciones, humillaciones y sumisiones, autos (y choques) a toda velocidad, profetas de extraña espiritualidad, intentos de revivir a los muertos con cadáveres en la morgue, personajes que se cortan partes del cuerpo, patéticas relaciones de parejas, delirios de persecución, trastornos de la percepción, sueños que devienen pesadillas, sexo forzado, grupal o programado… El cóctel es de lo más diverso, pero al mezclar todo esta vez el sabor no le quedó del todo bien a esta propuesta suntuosa, caprichosa y retorcida.

“Caught By the Tides”, de Jia Zhang-ke

Con imágenes tomadas en 2002 y 2006 (épocas en las que filmó “Unknown Pleasures” y “Naturaleza muerta”, respectivamente, con Zhao Tao como protagonista y aportes secundarios de Zhubin Li) y escenas ambientadas en 2022 (todavía plena pandemia en China), Jia Zhang-ke ofrece otro de sus desgarradores, pero también elocuentes y fascinantes retratos sobre los profundos cambios socioeconómicos en el gigante asiático. 

La película arranca con una escena casera en el que varias mujeres cantan, charlas y ríen en la ciudad norteña de Dantong para luego ir hacia zonas más sórdidas como los trabajadores de una mina o las desventuras laborales y afectivas de Qiaoqiao (Zhao Tao, su heroína y musa de siempre, y esposa del director en la vida real), en una sociedad machista (véase el derrotero del personaje de Guo Bin que interpreta Zhubin Li), marcada por las diferencias sociales, los desplazamientos (voluntarios y forzados), los bruscos cambios (viejos edificios que se derrumban para dar lugar a nuevas torres, vastas zonas que quedan sumergidas por la represa de las Tres Gargantas). Así, las múltiples y festivas escenas de música y baile del inicio van mutando hacia otras en las que se imponen el desamparo y la desolación.

“The Substance”, de Coralie Fargeat

 La directora de “Revenge” (2017) impactó en todos los sentidos posibles con una orgía de sangre, vísceras y desnudos que se convirtió en inmediato objeto de culto entre los adoradores del splatter. Elisabeth Sparkle (Demi Moore) ha ganado un Oscar, tiene su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y se mantiene con cierta popularidad gracias a un show televisivo de fitness a-lo-Jane Fonda. Sin embargo, pasados los 50 años (Moore tiene 61), ya es considerada vieja por Harvey (un siempre desatado Dennis Quaid), el ejecutivo de la cadena que lo produce y que se plantea encontrar una reemplazante más joven para conquistar nuevas audiencias. Después de un brutal choque automovilístico del que sale ilesa de manera milagrosa y ya con una mezcla de angustia y desesperación, Elisabeth recibe una enigmática propuesta llamada, como la película, The Substance, que permite obtener una mejor versión de uno mismo. ¿Cómo? Inyectándose una fórmula, alimentándose con otra y “conviviendo” o, mejor dicho, dividiéndose la existencia una semana cada una.

Cuando se aplica la primera dosis y luego de una transformación (las mutaciones y metamorfosis serán una constante) en la que ya se adivina el festival de fluidos, vísceras y sangre que vendrá, su versión mejorada tomará la fisonomía de… ¡Margaret Qualley! Sí, durante 7 días veremos a la cincuentona Elisabeth y durante los 7 siguientes a la juvenil Sue, dueña de un cuerpo perfecto y que rápidamente se convertirá en la estrella del canal gracias al show Pump It Up. Mientras Elisabeth entra en una inercia depresiva y Sue no deja de ascender y de llevarse el mundo por delante, ocurre lo impensado: en medio del desenfreno, la joven se olvida de cumplir con el plazo exacto de 7 días para pasarle la posta a su otro yo, generándole a la veterana horribles secuelas físicas. 

“The Substance” propone un acercamiento femenino (y feminista) al gore y al body horror, a mitos clásicos como los de Dorian Grey, Frankenstein, Jekyll & Hyde y Fausto. Las consecuencias de las presiones y explotaciones por parte de los hombres que ostentan el poder, la vejez desechable, la objetivación del cuerpo femenino o el culto a la belleza y a la perfección sin tener en cuenta los efectos colaterales son solo algunos de los temas que Fargeat aborda en lo que ya es una tendencia entre las directoras francesas, desde Julia Ducournau (“Crudo” y “Titane”) a Noemie Merlant (presente también en esta edición con “Les femmes au balcon / The Balconettes”). MUBI compró la película para América Latina y otros territorios tanto para salas como para streaming.

“Bird”, de Andrea Arnold

 Premiada varias veces en Cannes por “Red Road” (2006), “Fish Tank” (2009) y “Dulzura americana” (2016), la directora inglesa nos traslada Gravesend, un suburbio del sudeste de Londres a orillas del Thames, donde la protagonista y dueña del punto de vista es Bailey (Nykiya Adams, en su debut absoluto en el cine), una niña de 12 años que ha aprendido a (sobre)adaptarse en un entorno complicado en todo sentido: padres separados, nuevas familias ensambladas, múltiples hermanitos, carencias económicas (vive en un edificio lleno de graffitis tomado por squatters), poca o nula contención y todo tipo de precariedades (por ejemplo, cuando le viene la primera menstruación). Su papá Bug (Barry Keoghan) está por volver a casarse con una joven a la que conoció hace apenas tres meses y su mamá Peyton (Jasmine Jobson) tiene un novio golpeador llamado Skate (James Nelson-Joyce) que genera pánico y deja secuelas en todos los que están a su alrededor. 

Pocas realizadoras hacen gala de un cine tan intenso como Andrea Arnold. Pasan tantas cosas en sus películas, hay tanta información en cada plano, hay tanta tensión en esa cámara en mano, hay tanta interacción entre diálogos, ruidos y canciones de pop-rock (de Coldplay a Blur, pasando por The Verve y Fontaines DC) que la sensación es de caos y de fascinación. No siempre esa intensidad es del todo genuina porque a veces la directora nos abruma con la recarga de elementos y de estímulos, pero en líneas generales Bird nos sumerge en un (sub)mundo tan sórdido por momentos (violencia machista incluida) como fascinante y querible en otros (hay una enorme empatía hacia y desde sus personajes).

“Oh, Canada”, de Paul Schrader

 A 27 años de “Días de furia” (“Affliction”), Schrader vuelve a trabajar sobre una novela de Russell Banks (en este caso “Foregone”, de 2021) y, a 44 años de “Gigoló americano”, contó nuevamente con Richard Gere como protagonista, pero el resultado, lamentablemente, no es tan estimulante como el de las experiencias previas. Leo Fite (Gere) es un celebrado documentalista ligado al cine político que sufre un cáncer terminal. Acompañado por Emma (Uma Thurman), su esposa de las últimas tres décadas, llega a una última entrevista que le propone un equipo liderado por Malcolm (Michael Imperioli) que lo admira hasta la veneración y prende la cámara para que recorra su vida y su obra. Mientras lucha contra su debilidad física y su confusión mental, Fite se pone cada vez más confesional, sacando a la luz secretos y mentiras guardados durante décadas. Y esos recuerdos sobre todo de sus épocas juveniles (su lucha contra los mandatos familiares, su rebeldía e idealismo, su curiosidad política, su dificultad para armar y sostener una familia con un hijo al que se negó a reconocer, su actividad académica en la que lo vemos citar a Susan Sontag y Sigmund Freud) son recreados en flashbacks no demasiado inspirados con Jacob Elordi como el Fite joven.

“The Shrouds”, de David Cronenberg

Carolyn Zeifman murió en julio de 2017 luego de haber estado cuatro décadas junto a David Cronenberg. El fallecimiento de su esposa, que tenía 66 años, devastó al director y fue el germen de “The Shrouds”, un guion para una serie rechazada por Netflix que luego devino en una película sobre la pérdida, el duelo y el dolor. No es que importe demasiado conocer las motivaciones del realizador canadiense para entender este film, pero ese dato que él mismo reveló en algunas entrevistas sirve para conectar con cierta intimidad y visceralidad que transmite la película, sobre todo en su primera parte (para mi gusto es demasiado derivativa en su resolución). Karsh (Vincent Cassel) es un empresario de Toronto que hace cuatro años ha perdido a su esposa Rebecca (Diane Kruger) luego de que ella sufriera un cáncer muy agresivo. El viudo creó entonces Gravetech, una compañía que construye cementerios de última generación (¡y en el de Canadá también funciona un restaurante!) en el que los familiares pueden acceder en tiempo real a través de una App a las imágenes de cámaras instaladas dentro de las tumbas y apreciar así la situación (léase degradación) de los restos. Aunque suene bastante impresionable y macabro, Karsh maneja todo con sobriedad y eficacia, aunque en su semblante se aprecia los efectos de la soledad y la angustia que lo aquejan y lo corroen (las citas a ciegas en busca de algún tipo de relación afectiva terminan indefectiblemente en fracaso). Un día con su equipo descubren que varias de las criptas han sido profanadas y el sistema informático que las conectaba con los clientes, hackeado. La investigación, en la que participa su ex cuñado Maury (Guy Pearce), permite trazar todo tipo de teorías conspirativas que incluyen a chinos, rusos… e islandeses. En esta película siempre mutante (las tramas de Cronenberg se han vuelto cada vez más intrincadas) conviven traumas personales con estudios sobre el cáncer, desnudos y escenas de sexo con cuerpos mutilados, una asistenta vía IA que comparte información sensible, una enigmática multimillonaria franco-coreana llamada Soo-Min (Sandrine Holt) y una Diane Kruger que interpreta tres papeles: la difunta esposa (Re)Becca, su neurótica hermana Terry y Hunny, el mencionado “personaje” de Inteligencia Artificial.

“Anora”, de Sean Baker

 El director de “Prince of Broadway” (2008), “Starlet” (2012), “Tangerine” (2015), “El proyecto Florida” (2017) y “Red Rocket” (2021) narra las experienciasde Ani (consagratorio trabajo de Mikey Madison), una muchacha de 23 años que vive en un penoso departamento que alquila de manera compartida y se gana la vida haciendo lap-dance, ese baile hipersexualizado en el regazo de los clientes, en un club de Manhattan, pero cuando Vanya Zakharov (Mark Eydelshteyn en plan Timothée Chalamet), un veinteañero ruso hijo de multimillonarios le propone que ella sea su escort, Ani se dedicará a él primero por un día, luego por una semana y -en el marco de un descontrolado viaje a Las Vegas- se convertirá en su esposa. Claro que, apenas se enteran de esa típica boda a las apuradas, los tres matones que trabajan para los padres de Vanya (o Ivan) harán todo lo posible para que el matrimonio sea anulado lo antes posible. Lo que empieza como “La Cenicienta”, sigue como “Mujer bonita”, deriva hacia “¿Qué pasó ayer?”, tiene un zona que remite a “Diamantes en bruto” y luego se convierte en una versión actualizada de “Después de hora”. Baker filma Coney Island como nunca antes, aborda múltiples géneros y en todos se destacan, aunque en ninguno tanto como en la comedia. Obsesionado por quienes trabajan en la industria sexual, por las diferencias de clase y por las grietas y contradicciones de la sociedad estadounidense, Baker encuentra en “Anora” su film si se quiere más accesible y comercial y claramente el más intenso y disfrutable de su carrera. Un prodigio de puesta en escena, de diálogos punzantes, de versatilidad de tonos y climas, y sobre todo de actuaciones.

“Parthenope”, de Paolo Sorrentino

 Al director italiano siempre le han fascinado cuestiones como la juventud y la vejez, la belleza y la degradación y, en esta historia ambientada en su Nápoles sobre todo entre 1968 y 1975 (hay un prólogo en 1950 y un epílogo en 2023), la protagonista absoluta es la Parthenope (Celeste Dalla Porta), una mujer tan atractiva que genera efectos devastadores en quienes la rodean o se enamoran de ella. Tras un intento fallido de ingresar en el cine, se dedica a la Antropología de la mano de un profesor y mentor (Silvio Orlando). Gary Oldman (como el escritor John Cheever) y Stefania Sandrelli (como la Parthenope en la actualidad) completan el reparto central de un film donde todo es hermoso (desde los primeros planos de la protagonista hasta los exteriores de la zona de Capri), pero al mismo tiempo el interés se va desvaneciendo entre diálogos torpes, conflictos subrayados, y una solemnidad que todo lo contamina.

La selección se completó (hasta ahora) con “Diamant Brut”, de la francesa Agathe Riedinger y única ópera prima en la disputa por la Palma de Oro, que describe el derrotero de una adolescente de un sórdido suburbio que intenta salir de ese entorno gracias a su éxito como influencer en redes sociales y su elección para un reality show; “The Girl with the Needle”, del sueco Magnus von Horn, sobre las penurias de una joven trabajadora de una fábrica textil en la Copenhague de 1918 narrada a puro sadismo y crueldad; “Three Kilometers to the End Of The World”, del rumano Emanuel Parvu, sobre un muchacho de 17 años que es víctima de todo tipo de abusos cuando regresa a su conservador pueblo natal y descubren que es gay; y “Marcello Mio”, de Christophe Honoré, fallido homenaje que desde la ficción le hicieron a Marcello Mastroianni su hija Chiara, su exesposa Catherine Deneuve y varias otras figuras cercanas.

DB/DTC