A pesar de no haber triunfado como cabría esperar en el Real Madrid, de salir por la puerta de atrás del Manchester United o de terminar como vendaje de emergencia en el Tottenham, a José Mourinho aún se le conoce como The Special One.
Quince años después de poner patas arriba la televisión y reanimar franquicias agotadas antes de tiempo (‘Misión Imposible’) o en fase terminal (‘Star Trek’), J.J. Abrams seguirá siendo el hombre de la caja misteriosa, porque se lo ha ganado. Aunque sus últimos trabajos cinematográficos se encuentren a unas cuantas galaxias de lo que una vez le hizo visionario. Tal vez por eso ha sido el elegido de cerrar la tercera y última trilogía con ‘Star Wars: El ascenso de Skywalker‘
El hombre de las galaxias
Nunca he sido fan de ‘Star Trek’. A mí lo que me gustaba era ‘Star Wars’
Esas palabras las pronunció el cineasta de Nueva York durante la presentación de la (excelente) segunda parte del reboot de la tripulación de la Enterprise, ‘Star Trek: En la oscuridad’, nave que posiblemente no volverá a pisar en lo que le queda de vida puesto que salió disparado de Paramount en cuanto las sirenas de la galaxia vecina empezaron a cantar.
Lo cierto es que para muchos escépticos, entre los que me encuentro, sus dos películas basadas en los personajes de Gene Roddenberry fueron una revelación, un regreso a la vieja aventura sin perder de vista la formalidad que requería trabajar en ese equipo. Tanto ‘Star Trek’ como su mencionada secuela sumaron más de setecientos millones de dólares de recaudación en todo el mundo, nada mal para tratarse de algo de una escala mucho menor de lo que podría parecer.
De hecho, con su primera película en la galaxia de George Lucas, recaudó más de dos mil millones de dólares. Así de pequeñita era aquella escala. Su primer trabajo con “La Fuerza” hizo cinco veces más dinero que su otra primera película. ¿El secreto? Bueno, además de estar jugando en una liga mucho más grande, Abrams llegó a la conclusión (supongo que con ayuda) de que ese lado de la galaxia no necesitaba revoluciones más allá de las de las de los rebeldes.
El contador de historias
Complacer a los fans es un error. Como espectador me gusta que me desafíen.
Dice Abrams que es mucho más sencillo empezar a contar una historia que terminarla. Rian Johnson no parece tener muchos problemas a la hora de cerrar sus tramas. Debutó con ‘Brick‘, un excelente neo-noir de aires blanquinegros que se desarrollaba en un instituto en el año 2005. Un halcón maltés en un ambiente donde, a priori, no tenía cabida una historia como esa. De alguna manera, nunca ha dejado de hacer eso.
‘Looper‘ era otro thriller complejo, de género, que llegaba después de una marcianada que bien podía haber acabado con su carrera al igual que ‘Southland Tales‘ hizo con Richard Kelly. Como ‘Los hermanos Bloom‘ no acabó con él y ‘Looper’ fue acogida con entusiasmo, cinco años más tarde sería el elegido de continuar la senda abierta por Abrams. Pero Johnson, con el privilegio de poder escribir y dirigir la película, decidió lanzarse directo a la aventura.
Cuando una película como ‘El despertar de la fuerza‘ cumple a rajatabla con cada uno de los temas pendientes de la franquicia, uno no espera que la siguiente entrada en ese universo sea lo que encontramos en ‘Los últimos Jedi‘. Preciosa. Divertida. Trepidante. Emocionante. Valiente. Respetuosa. Inteligente, aunque con un par de licencias que, bueno, uno pensaría que se terminarían perdonando, pero no. Entre los fans de ‘La guerra de las galaxias’ no queda espacio para la sorpresa.
Traición sin límites
Sin los viejos dinosaurios (hola, Ron Howard), como Lawrence Kasdan, ni las innecesarias interferencias del blockbuster para jóvenes adultos (Michael Arndt), Johnson y Steve Yedlin, su director de fotografía de siempre, demuestran en apenas un par de minutos que Abrams y Dan Mindel se equivocaron al iluminar con los mismos juegos de luces que la galaxia vecina.
La energía contagiosa de Johnson parecía reflejarse en un Luke Skywalker como nunca antes habías visto. Mark Hamill, desatado como en las ocasiones en que se deja caer por otros universos más modestos, parecía ir a favor de obra. La transformación de Luke, de guerrero a cascarrabias barbudo y bebedor de leche rara que entrena a regañadientes a la recién llegada Rey con la Fuerza, parecía la ruta natural para el personaje. Puede que ese abandono y el simbólico e inolvidable gag a costa del sable fuera demasiado para cualquier fanático de la franquicia.
Cuando más de mil trescientos millones de dólares en taquilla suenan a disgusto (China, qué daño estás haciendo), es que las altas esferas tenían otra cosa en la cabeza. Y los fans. Los fans, los que más.
Recogidas de firmas, montajes alternativos sin personajes femeninos (madre de dios bendito), recaudaciones de fondos para rehacer la película… sin comerlo ni beberlo, Johnson se convirtió en el enemigo número uno de las galaxias. Su cacareada nueva trilogía, que él mismo escribiría y dirigiría, está en el aire. Como el propio director afirmaba hace poco, “no te creas nada hasta que lo leas en StarWars.com”. El único tipo que entendió perfectamente que tocaba barrer ese establo, era expulsado por la puerta de atrás. El mal seguía ganando.
El visionario funcionario
Poco después del inicio del ruido mediático que provocaba el rechazo hacia la película, en el gabinete de emergencia se decidió que Johnson iba a la nevera y que Abrams tenía que volver a colocar la locomotora sobre las vías prefijadas. Junto a Derek Connolly y Colin Trevorrow, Abrams contó con el oscarizado Chris Terrio, ganador del premio gordo por la deliciosa ‘Argo‘, para pulir un guión que debía cerrar de una vez por todas una historia del legado Skywalker.
Por desgracia, los aportes de Terrio se aproximan más a lo que hizo en ‘Batman v Superman: El amanecer de la justicia‘ o ‘Liga de la Justicia‘. Durante dos horas y veinte, ‘Star Wars: El ascenso de Skywalker’ es un marear la perdiz constante, que únicamente se preocupa de enmendar la plana del trabajo anterior. Una colección de postales con nuevos filtros pero sin la gracia que una vez tuvieron empeñada en corregir, en adoctrinar, y en volver locos a los personajes: tienen que ir del punto A al punto B cueste lo que cueste.
Hubo muchas risas sobre la persecución más lenta de la historia de Star Wars en el episodio VIII, así que tal vez por eso los personajes del ascenso van siempre con prisa. La película no tanto, pero ellos no paran de correr. Apenas tienen tiempo de estar tranquilos, como en la primera secuencia de la película. Si la película no tiene ritmo, que al menos ellos sí vayan con prisa. Por supuesto, la pérdida de identidad y el corporativismo juegan una constante mala pasada a la película, que además no duda calcar el momento culminante del clímax a la película más taquillera de la historia. En resumen, los pocos valientes que han intentado refrescar la franquicia no han salido bien parados, y tampoco es que las estrellas hayan ayudado mucho.
El protagonista de ‘Han Solo: Una historia de Star Wars‘ reveló sentirse incómodo durante el rodaje con los directores previstos, y recientemente, en concreto durante la semana previa al estreno de la última película, Daisy Ridley, John Boyega y Oscar Isaac “reconocieron” que se sentían más cómodos ahora que antes.
Tras las expulsiones y abandonos de talentos como el tándem Phil Lord y Christopher Miller, los problemas con Johnson y la huida casi inmediata de los responsables de ‘Juego de Tronos‘, Abrams se ha limitado a hacer lo que han pedido los fans, a tachar de la lista de la compra los ingredientes deseados, logrando casi más que una receta, una carta a los Reyes Magos donde había sitio para todo. Hasta para los Ewoks.