Hace unas semanas os comentaba lo poco que había disfrutado de ‘Trece vidas’, el biopic dirigido por Ron Howard prácticamente wikipédico, que no permitía que la emoción se colara entre las juntas de la realidad, y para el que primaba la verdad antes que los personajes. ‘Argentina, 1985’ también le da importancia a la veracidad, pero la acompaña con unos personajes fuertes, sagaces y complejos por los que realmente puedes preocuparte. Porque la verdad, por más que se empeñen, no está reñida con la emoción.

Ricardo Darín, el rey

Decir que Ricardo Darín es uno de los mejores actores vivos (si no el mejor) no es una novedad, pero no por repetirse deja de ser verdad. En la película de Santiago Mitre, Darín hace uno de los papeles más perfectos de su carrera con un personaje, Strassera, que sabe llevar con humor, pero aportando la dignidad que necesita a medida que avanza el film. El actor es consciente de que, por mucho que la película nunca abandone la comedia del todo y su personaje tenga una ironía vital, es necesario que no sea un payaso. Su monólogo final en el juicio es impecable, una torre interpretativa, una absoluta obra maestra ante la que dan ganas de aplaudir literal y figurativamente.

Darín es la cara más visible de un biopic atrevido y modélico, que se aleja lo suficiente de la fórmula para sorprender mientras cuenta una de las historias más grandes y emocionantes de la historia de Argentina: el juicio que acabó con Videla y los suyos entre rejas. Escena a escena, la película es capaz de combinar el sentido del humor con la tragedia más absoluta rememorando hechos reales más ilógicos que cualquier ficción.

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Una a una, las víctimas que se sientan en el juicio cuentan sus diferentes vivencias: secuestro, asesinato, tortura, dolor. La Argentina que muchos ya han olvidado, porque allí, igual que aquí, también tienen una nueva generación que dice añorar la dictadura sin saber de qué demonios está hablando. ‘Argentina, 1985’ hace un trabajo bárbaro recordando la crueldad, desmontando los argumentos fascistas («fachos» que lo llaman), mostrando la imposibilidad de ponerse del lado del canalla.

Comedia para sobrellevar el drama

Para quien vaya esperando un dramón repleto de épica sobre los juicios más importantes de la historia del país, el inicio de la película tiene que ser todo un jarro de agua fría: la sala entera se estaba partiendo de risa con Strassera y su hijo espía. No es la única vez que la carcajada se abre paso entre los nubarrones de la realidad y las amenazas de muerte para recordarnos que la vida es tragedia, sí, pero, por suerte, también comedia.

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‘Argentina, 1985’ se mueve como pez en el agua en ambos géneros, creando el más difícil todavía: la mezcla perfecta, con la épica justa, sorprendiendo a un espectador curtido en biopics y al mismo tiempo haciendo justicia a los hechos reales. La cinta es tan humilde que oculta la dificultad absurda de crear este cóctel de emociones y hace que parezca sencillo. No lo es: la ficción y el humor se abren paso entre la tenebrosa realidad, sí: un peaje necesario para que la historia cale y deje poso.

Los espectadores nos las sabemos todas, y crear una película de juicios original en 2022 que lejos de aburrir nos sorprenda es muy complejo. Salir victorioso con una de las mejores cintas del año es casi imposible. Pero ‘Argentina, 1985’ es prácticamente un milagro, una rara avis, que en lugar de caer en los tópicos del género (una prueba sorpresa a última hora, un testigo con información clave, un giro de los acontecimientos imposible) se limita a mostrarnos el proceso judicial. Por el camino vamos a sentir asco, dolor y una profundísima pena: porque a veces no hay mayor artificio que la pura realidad.

Un caramelito judicial

‘Argentina, 1985’ es desde ya una de las mejores películas sobre juicios de la historia del cine, y sin duda una de las más serias contendientes a película del año. Estamos hablando de una cinta que no se limita a atropellar con su discurso de la razón ni intenta provocar al espectador: en el fondo y forma es una película mainstream adulta, dos palabras que últimamente no van juntas. Está hecha y pensada para poder gustar a todo el mundo, e incluso los momentos manipuladores (la llamada de la madre de Moreno Ocampo) tienen una preparación previa y una razón de ser. Pocas obras hemos visto en los últimos años con un guion mejor planificado que este.

Cuesta no deshacerse en halagos ante un reparto perfecto en estado de gracia, con el gran Darín a la cabeza, con una dirección y edición perfectas sobre un hecho histórico que en España no se conoce lo suficiente y que puede que en Argentina ya se esté olvidando. Por supuesto que habrá gente en contra de que se recuerden estos hechos, pero, aunque suene a manido, no es menos cierto: olvidar el pasado es condenarse a revivirlo.

‘Argentina, 1985’ era una de las películas más esperadas del Festival de San Sebastián tras su paso por Venecia, y con razón: el fabuloso retrato de personajes que firma Mitre mezclando con inteligencia realidad y ficción hasta culminar en un monólogo final virtuoso que confirma a Darín como el, qué demonios, mejor actor en activo, es un soplo de aire fresco en un mundo tan constreñido como el del biopic. Si solo vais a seguir un consejo del Zinemaldia, que sea este: no os la perdáis.