Mottola llegó a la localidad en 2017 y se ganó la confianza de Marina, seudónimo con el que se conoce a la niña en los medios locales, y de sus padres. A menudo visitaba la casa de la familia y, para «agradecer» las cenas a las que le invitaban, colmaba de regalos a la pequeña: desde un reloj o una chaqueta hasta un ordenador. «Pensamos que era una buena persona, era como un amigo», explicó la madre de la víctima.

 
 
Según contaron, Marina empezó a cambiar y comportarse de manera extraña. La menor, que sufrió los abusos durante al menos 5 meses, contó lo que le ocurría a dos feligreses, pero estos no la creyeron. «Don Michele me hace cosas, me besa», explicando que lo hacía en los labios. «¿Lo que hacemos Don Michelle y yo se llama sexo?», llegó a escribirles.

Dado que no creyeron lo que les contaba, Marina decidió grabar en audio con su teléfono los abusos que sufría. «Te tendría aquí desde la mañana hasta la noche  […] ¿Sabes que te amo?», se oye decir a Mottola en la grabación. Después de que la niña intentara apartarlo, el sacerdote trató de tranquilizarla asegurándole que no había nadie cerca. «¿Tienes miedo? Abrázame, bésame», le dijo.

 
Al cabo de unos días, la niña volvió a grabar uno de estos encuentros. En esta ocasión, se escucha sollozar a la menor, que le pide al religioso que se detenga. «Toma esto para secarte», le dice el hombre en ese momento.

Tras varios meses, volvieron a encontrarse y Marina le pidió que cesara en su comportamiento. Mottola le contestó que no le gustaría que lo viera como «una especie de paciente mental», argumentando que ella había consentido lo que pasó.

 
Poco después le contó que había hablado del tema con dos feligreses, algo que no le gustó al párroco. «Ahora entenderán otras cosas. Las cosas se pondrán muy mal», le dijo el sacerdote, que decidió ir a su casa para hablar con sus padres. «Puedes decir mentiras […] Eres como los terroristas suicidas islámicos, lanzando una bomba, matando gente y escapando», le espetó el hombre ante su familia, en una conversación que también quedó registrada.

No obstante, el sacerdote acabó confesando los hechos y se mostró arrepentido. «Me gustaría morir para no ver nada, irme y no sentir a nadie. Me siento más sola que nunca porque nadie puede entenderme», dijo entonces la pequeña.

En mayo de 2018 el obispo de la diócesis de Aversa, Angello Spinillo, se enteró de las acusaciones contra Mottola, que fue expulsado de su parroquia y denunciado ante las autoridades. No obstante, en aquel momento no se tomaron medidas adicionales en relación con el caso.

 
 
No fue hasta que Le Iene difundió públicamente las grabaciones de Marina que la Justicia italiana decidió actuar. «Ella no tenía miedo y fue hasta el final, porque ya no aguantó más», aseveró la madre. «Mi hija fue más lista que él», declaró, añadiendo que se siente muy orgullosa de ella por su valentía.